Desde mi pequeño ventanal
no veo el añil azulón del cielo
sólo sé que huele a primavera,
pues la escucho en el rumor del griterío infantil.
No tengo a mi vista un horizonte de paisaje,
ni siquiera alcanza mi mirada a ver la calle entera.
La mezquindad de mi ventana
asoma hacia mugrientos ventanales de oficinas;
sórdidamente ordenados y cuadrados
sollozan en frente de mi vista;
pero en sus cristales
se refleja el cielo como en un sueño perdido.
Así vegeto callado en mi ventana,
adivinando la vida, imaginando...
Algún día aquél sueño volará
y en veloz pegaso partirá hacia otros ventanales
abiertos al mundo imaginado.
Sí; quizá algún dia.
Quizá entonces, ebrio de paisaje,
abrumado por la esbeltez de su grandeza
recordaré mi pequeño ventanal.
Escucharé dormido, el rumor de las voces infantiles.
Otra vez oleré la primavera
y volveré a soñar.
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