sábado, 28 de abril de 2012

LAS VERDADES DEL CANTE. HOMENAJE A TERESA LA ZAMBREÑA.

      Después de tantos años de ausencia, he vuelto a recuperar el tiempo perdido de mi amistad con Antonio. La verdadera amistad, está siempre ahí, ligada al tronco de la honestidad, como la rama al árbol. Cuando es real, es algo imperecedero, con asombrosa capacidad de hibernación en espera del momento preciso para despertar.

      Tras la visita que me hicieron él y Jacinto, aquél fin de semana de hace unos meses, quedamos en volver a organizar otra parecida. Éramos tres hombres libres, bueno, Jacinto a medias casi, porque estaba aún con la estéril morriña de su Julita, de la que todavía se sentía responsable por la ruptura, pese a ser pactada entre los dos. Yo le dije un día que no podemos hacer de hermanitas de la caridad. Cuando una mujer no para de reprocharte casi cualquier cosa y no acepta razones, entonces es que no hay nada. Porque es totalmente impensable razonar con ellas cuando están obcecadas en tener manía a su pareja. Él, me miró serio, pero aceptó y calló.

      Hace cosa de un par de meses, me volvió a llamar Antonio. Me estuvo contando que acababa de impartir un curso en Madrid, en Caixaforum sobre las formas y las armonías en el Flamenco. A mí, que siempre me ha entusiasmado el buen arte del cante, empezó a invadirme una sana envidia. Antonio es un experto musicólogo y aquél curso, me hubiera encantado haberlo realizado. Y según se lo dije me respondió:

- No importa, tocayo. Se me había ocurrido que un fin de semana podíamos ir a Jerez, a casa de mi prima Sagrario. Ella se va de vez en cuando a Sevilla a pasar algunos días con su novio y varias veces me ha ofrecido el piso, por si quiero ir por allí. Voy a hablar con ella y organizamos una excursión por allí abajo. ¿Qué te parece?

      A mí me parecía estupendo, porque siempre me gusta el Sur, el cante, el sol y las palmeras andaluzas. Cuando ya habíamos sopesado una fecha, le conté a Teresa que ése viaje me interesaba, pues íbamos a conocer a algunos cantaores y Antonio íba a explicarnos "in situ" muchas cosas sobre los distintos palos. Teresa no sé si es un ángel o es que sabe lo mucho que he padecido en el pasado, cuando estuve esclavizado en una época que afortunadamente cada vez recordaba menos. El caso es que me dijo:

-Yo también tengo muchas cosas que hacer. Recuerda que viene Laura a verme. Para tí sería aburridísimo estar entre dos mujeres. Y aún tengo que terminar el trabajo de la universidad. Así que tranquilo y disfruta del buen tiempo, que aquí en Oviedo está aún por venir.

      Llegó el día y después de dejar el coche de Jacinto aparcado en mi garaje junto al mío, tiramos hacia Jerez en el de Antonio, donde llegamos cinco horas después.

      Jerez sigue siendo la ciudad que me enamoró cuando de más joven la conocí en los carnavales de Cádiz, cuando Eduardo nos invitaba todos los años a su casa de El Puerto. Nunca podré olvidar la obsequiosa acogida con la que los padres y tíos de Eduardo nos agasajaban. Eran de una humanidad tan cercana y familiar que es inolvidable.  Fueron unos años maravillosos. Pero después de tanto tiempo, me he podido echar las manos a la cabeza al ver la gran escabechina que el afán de construir había ido provocando en algunos puntos emblemáticos de una de las ciudades más encantadoras del Mundo.

      Era de noche y acabábamos de cenar en un bar familiar. Yo recordaba un tablao muy acogedor donde estuvimos antaño, que no era para turistas. Sabía que estaba por la Plaza del Mercado, en la antigua barriada de San Mateo.

 -Como no "cea" "El Lagá de Tio Parrilla..."- me contestó un paisano con una dulce entonación. Efectivamente, me sonaba el nombre del lugar. Y al pasar, lo reconocí en seguida. Y me acordé de Ramona. Y pensé en el tiempo, que se desliza como un fugitivo.

      Nos sentamos, en una especie de mesa camilla, no cerca del escenario y por llevar la contra caprichosamente pedí una botella de manzanilla. El Jerez ya se me hace demasiado fuerte con los años.

 -Antonio, no sabes lo que me alegra estar aquí.- le dije emotivamente-Si no es por la generosidad de Sagrario...

-¡Bah!, para ella no tiene importancia.-Me interrumpió.- Dice que prefiere que el piso no se quede sólo, ahora que hay tantos robos. Si casi la hacemos un favor.

- ¡Es verdad!- dijo Jacinto riendo, irónico- Yo casi que vengo por éso, por hacer un favor a tu prima, que si no...

-Sí, es verdad;-sonreí-Pero yo que soy un pobre profesor de pueblo, víctima del Estado y de la caótica Justicia española, condenado como miles de hombres honrados por una patética resolución a ser abusivamente esquilmado en su salario para... ya sabéis por qué. Pero en el fondo no voy a quejarme, ¡Siempre hay almas caritativas que me ofrecen su casa para salir de viaje! En éso soy un tío con suerte.

      Estaba terminando mi soliloquio, cuando apareció en el entarimado, una graciosa y espigada morena, seguida de un mantecoso guitarrista maduro.

      -En "homenahe" a "Tereza la Zambreña", que "eztuvo" por aquí en "lo" "ocenta" y pico, "imprecionándono" con "zu" cante. ¡Con "tóo" el cariño, Zambreña!

      Empezó la guitarra con una introducción en una forma  como de fandango de Alosno, que removía las entrañas por su emotivo dinamismo.

      -"Tre le re le re le re le..." - comenzó a entonar la diosa.

      -"Cobardía...
      niña, la que escondes dentro
      gitana, desaboría;
      entraste en mi pensamiento
      y saliste de mi vía
      sin sentir padecimiento.

      Eres tan aventurera
      tan frívola y tan galana
      que queriéndote, gitana
      te ríes de mis quimeras,
      te diviertes y te vales
      de tus oscuras maneras .

      Canta con triste cadencia
      un ruiseñor en el árbol,
      con éste cantar, llorando:
      -"Siendo pájaros cantores
      ¡Qué pena de vida mía,
      ser pequeños ruiseñores!"

     
      Inmediatamente se oyó un vitoreo acogedor. Siguió la niña con sus cantes y nosotros seguimos nuestra charla entre tragos del oro de Sanlúcar y risas.

      -"La Vida es como la describen éstos cantes- Dijo Antonio convencido.- El tema es estar dotado de cierto eclecticismo que contrarreste los instintos básicos del sentimiento."

      La verdad, es que tenía razón.


 

     
     



     

     

sábado, 21 de abril de 2012

POR QUÉ DESCANSAN LOS MUERTOS.


"La vida real comienza cuando estamos solos, cara a cara con nuestro ser desconocido". H. Miller.


      Enrique nació en el bello pueblo de Peñíscola, un neblino día de Marzo. De familia arraigada en rancia solera, no se esperaba de él menos de lo que hubiera esperado un patricio romano, comparado con los vetustos ancestros.

      Era pues, que Enrique fué preparado desde el remoto umbral de su existencia para el triunfo; quijotesco triunfo en un mundo anodadado por la esterilidad de la envidia, y de la "letra pequeña", a guisa de la autenticidad documental.

      Pero, en el punto de partida, su suerte fué buena.  Recluído en camarote de lujo, el barco de su vida partía raudo ya en su adolescencia, por los mares verdiazules y brillantes de ésos años, en que el olor a brea de mar o  del trigo seco de interior inunda el pecho, e inflama el alma.

      Sentía ser artista y guiado por el camino de su impulso, lidiaría combates que depararían  en honrosas victorias al principio. Luego, como el arte del espíritu y el de sobrellevar la vida siempre a flote encajan mal en un mismo retrato, comenzaron pronto a aflorar los problemas de la fricción con la mezquina necedad mundana.

      Enrique dibujaba por vocación. Sentía la necesidad de plasmar su alrededor, sobre cuartillas, o de retratar su impresión de los contrastes en un lienzo.

      Era demasiado joven para la fama y bueno en exceso para ser reconocido, pero en un principio gustaba su manera de plasmar y atraía su encanto personal.

      El público aficionado, compuesto básicamente de familiares y amigos y, circunstancialmente conocidos, empatizaban con su entorno. No se sabe bien si ése entorno era su persona o su obra, a fín de cuentas era lo mismo.

      Animado por sus gentes, comenzó a exponer en pequeñas galerías provinciales. Ya había decorado las paredes de la Casa de Cultura de su pueblo; también había expuesto en aquél pub inglés de Benicassim y había logrado vender originales, cosa que le embriagó peligrosamente más de lo justo y le lanzó a Madrid, donde una vertiginosa fauna de desavenentes acechaba, hambrienta de las ilusiones  de sus jóvenes víctimas.

      En Madrid conoció la pedantería y con ella la crueldad y la envidia personificada en docenas de intelectuales "de pacotilla" y gacetilleros baratos y así, poco a poco sufrió el primer veneno, que punzando en su optimista espíritu juvenil, comenzaba a gangrenar, sin apenas percibirlo, su ardiente empuje hacia la Vida.

      Su más firme propósito al llegar a Madrid era ingresar en la Escuela Oficial de Bellas Artes. Afanoso y tan seguro de su valía como se suele estar en la juventud, se presento a las pruebas. Pero fracasó, conociendo así la frustración. Era el Mundo que, lejos de su cálido entorno familiar, le aguardaba con la misma sonrisa irónica de siempre, con una imaginada alegría de gesto mal disimulado, que ahora ahogaba a su joven víctima.

      Enrique no había sido aceptado: demasiado autodidacta, falta de técnica, demasiada ambiguedad, no se sabe de qué. El caso es que no había plaza para él en Bellas Artes. Como llorar se llora, Enrique lloró aquél día.

      Una mañana tibia de Abril, después de pasar unos dias en Madrid, para visitar el Museo Lázaro Galdiano, el Sorolla, el Romántico, el Prado, el Retiro y el Jardín Botánico, lugares éstos dos en los que había estado tardes enteras dibujando fuentes, paseos y perspectivas entre plátanos y gorriones, Enrique cogió el tren rumbo a Levante y regresó al pueblo.

      Las primeras semanas tras su regreso, estaba ensimismado. Paseaba y no veía el mar, lo oía, pero no lo escuchaba como antaño, pese a que las gaviotas le ensordecían. Así quedaba apartado de todo, en una especie de débil destierro.

      Por fín, un dia comenzó a rehacerse. Sus padres, que sufrían al verle atormentado y silencioso,le notaban hogaño alegre y febril. Se esmeraron entonces en sobreprotegerle, lo que al principio le hizo sentirse bien. Pero pronto comenzó a explicarles que a sus dieciocho años ya no era un niño indefenso, sino un joven, que aunque inexperto, no iba a amilanarse.

      Siguió pintando, paseaba, dibujaba, leía. El mundo siguió indiferente, pocas veces alabando, muchas desdeñando. Así pasaron dos años.

      Una mañana de Mayo, volvió a Madrid. Como era un poco romántico y bastante extravagante, quiso probar la experiencia de antiguos héroes literarios casi pasados de moda de instalarse en alguna pensión antigua del Madrid antiguo. Encontró una algo cutre y bastante económica por Tirso de Molina y se instaló allí. Como tenía algo ahorrado de los pequeños trabajillos que realizaba en el pueblo restaurando y pintando barcos, decidió emplearlo en sobrevivir intentando abrirse camino en Madrid.

      Ésta vez consiguió entrar como alumno de la Academia. Allí trabajó bastante en la pintura por las mañanas y en lo que podía durante el resto del día. Trabajó en un bar, en un sevicio de catering, haciendo dibujos en la calle, tras conseguir disputarse un hueco entre aquéllos que ya la tenían ocupada. Así pasó un curso entero, en el que los meses desfilaban insípidos e insulsos, tras el cual obtuvo el diploma de primer grado, pero con una calificación mediana. Nuevamente Enrique sintió herido su orgullo de artista, por el tenue resultado tras su esfuerzo, de todo aquél año.

      Regresó al pueblo una mañana de Junio, llena de sol y de gaviotas. Su humor se había apaciguado. Contento de ver nuevamente a los suyos, ahora se sentía como en una gran fiesta. Pero a los pocos dias, el iris de sus ojos comenzó a oscurecer, mientras la sonrisa se iba desdibujando progresivamente de su rostro. La melancolía comenzó a invadir a Enrique.

      Pasó el verano y visto lo mucho que habían menguado sus ahorros, decidió quedarse en el pueblo unos años. Ahora no podía permitirse la vida anterior de Madrid, donde había llegado incluso a pasar hambre, que tuvo que saciar en ocasiones a la desesperada, a base de grandes bolsas de palomitas, que a falta de alimento, al menos le daban cierta sensación de saciedad. Aquélla era una vida sin sentido y aunque había hecho amigos, su amistad no era lo suficiente seria para compensarle. Además aquí en el pueblo, por medio de unos conocidos de su padre, le había surgido un trabajillo en el embarcadero. Era una mezcla de tareas entre vigilante, conservador y restaurador de naves; algo que al menos le permitía sentirse medianamente digno, pues era un hombre orgulloso y aunque joven, se consideraba demasiado independiente. Para sus padres aquélla situación no dejaba de ser triste, sobre todo cuando echaban una mirada a su propia pretérita juventud, tan próspera como lejana.

      Pasaron unos años. Una mañana de Julio, estaba leyendo el periódico, cuando vió en la sección de cultura la fotografía de su compañero de la Academia, Adolfo. Resultaba que le habían dado el premio especial de la Escuela por una obra que aparecía reproducida en segundo plano, de una laboriosidad complicada, aunque de una expresividad obtusa e inerte. Pese a sentirse congratulado por el triunfo merecido de su antiguo compañero, algo espeso se removió en él, pues él mismo se sabía como un gran artista, quizá más etéreo y menos técnico, pero por ello más genuínamente  artista.

      Enrique era artista, pero el Mundo era mundo y la suerte jugaba sus fichas. Sólo un triste diploma, obtenido con tesón, reconocía a duras penas y con mediocridad su habilidad pictórica. ¿Era aquéllo justo? Algo muy profundo se reveló en él.

      Un día de Agosto al anochecer, tamizada la canícula por una leve brisa crepuscular, hizo acopio de sus carretes, pinturas y lienzos, de sus mejores libros y un par de cuadernos y con un buen equipaje, se despidió y partió a Madrid, de nuevo. Pero el final del trayecto no era la Villa, sino un repentinamente proyectado viaje de vacaciones, que hace meses tenía en mente: Al día siguiente, Enrique partió desde Barajas a Egipto. Allí pasó el verano.

       En el mes de Agosto, los bosques de palmeras llamean bajo el sofocante calor, a las dos orillas del Nilo. Hacia las cuatro y media de la mañana, el sol comienza alegre a dorar los paisajes selváticos y las primeras aves entonan caprichosas sus sones. Aquél viaje le devolvió parte de la alegría. Allí aprendió mucho sobre las diferentes gamas de tonalidades, de sombras, figuras y colores. Pero lo más importante es que aprendió a vivir mejor, disfrutando el momento y los pequeños regalos de las horas del día.

      Han pasado más de tres decenios. Y con ellos se han difuminado muchos sufrimientos y algunas alegrías. Enrique, huérfano ya, maduro y resignado consigo mismo y con su entorno, vive acomodadamente con Cristina, su hermosa mujer y sus dos retoños adolescentes. En el salón de la mansión, frente a las llamas de un acogedor hogar alimentado por viejas vigas de madera, hechas trozos para la lumbre, Enrique ríe desenfadado por la ocurrencia pueril de uno de sus vástagos. La televisión relumbra en las caras familiares, mientras Cristina lee su revista preferida de modas, embebida en algún artículo y casi ajena a la pobre algaravía familiar. Las vigas arden en el hogar casi risueñas en su crepitar, con una aparente risa sarcástica cargada de ironía expresada en chasquidos entre el fuego. Eran las vigas de la vieja casa familiar, donde siendo niño, urdió Enrique sus primeros sueños de artista. La vieja casa de un viejo pueblo costero, aletargado cabe la colina entre casas encaladas frente al mar.

      Pero los sueños duermen y la vida pasa. Progresó Enrique, ganó mucho dinero; se había casado y estaba instalado cerca de Madrid en un buen chalet semiadosado muy bien comunicado.

      Pasó el mar, pasaron los sueños, pasó la vida; y llegó una calma austera y anodina, símbolo del progreso...

      Han pasado muchos años... Enrique está cansado. Las navidades últimas ya nadie vino a verle. Parece que nadie tiene tiempo ni para marcar el teléfono de la residencia donde apenas sin entenderlo había sido ingresado tiempo atrás. Ni siquiera una carta o un critsma. Pero no le importa. Todavía, de vez en cuando se humedecen sus ojos pensando en los últimos años tiernos de su matrimonio, cuando aún vivía su querida Cristina. Regado de lágrimas, duerme silencioso sumergido en inverosímiles sueños, enmarcados en ya casi prehistóricos tiempos. Hacía mucho, mucho Enrique se había sentido artista. ¡Hace tanto tiempo!... tanto, que apenas podía recordar que hubo una época en los albores de su juventud, en la que estuvo tan seguro de sí mismo.

      Los ojos de Enrique seguían húmedos y por sus dos mejillas resbalaban dos hileras de amargura que empezaban a mojar la almohada. Se durmió. Como un Lázaro vuelto al mundo, de repente se hizo la luz cuando abrió los ojos sobresaltado. Tenía uno de sus seniles y esqueléticos brazos entre las fornidas manos de un enfermero, mientras a un lado y casi como ocultándose de su vista, un hombre alto, con el pelo abundante y gris, gafas de diseño clásico, bien trajeado y con un aspecto hortera de hombre de negocios con cara de euro, le miraba con gesto de severa sensatez mientras le imponía:
-No sentirás nada, papá. Un minuto de extrañas sensaciones y descansarás tranquilo. Mamá estará esperándote, siempre contigo, donde vayas.

      Horrorizado y entendiendo a medias, Enrique presintió un fatal pinchazo en el vial y giró la cabeza: una lenta jeringa cargada de insulina, vaciada hábilmente por el enfermero, acababa con los supuestos sufrimientos que causaba su aparente debilidad e invalidez. Impotente y angustiado, Enrique expiró.


      Han pasado algunos años. Unas navidades Estela recibió una felicitación de Año Nuevo de su hermano, engalanada en una feliz ilustración de un decorado navideño, en la que se podía leer:

      "Mis mejores deseos para el Nuevo Año, ¡que tengamos siempre buena la salud hasta el fin de nuestros dias!"
                            Tu hermano, Diego.

       P.D. (Posdata): "Éstos dias he vuelto a recordar a papá. Jamás tuvo un contratiempo. Y su muerte tan dulce, ajena al sufrimiento. Tan ajeno estaba que ni pudo darse cuenta.
       Respecto a la venta del chalet, me temo que vamos a tener que armarnos de paciencia. Parece ser que se avecina una gran crisis."


       

martes, 17 de abril de 2012

JAQUE MATE A LA MONARQUÍA.

      La misma fecha de la tan recordada tragedia del Titanic, nos trae a la mente la onomástica de aquélla feliz noticia que en su día hizo saltar de júbilo a cientos de miles de españoles: Se trata del destierro de AlfonsoXIII, aquél señorito caprichoso que se servía de España a su gusto como si fuese su chambao particular. Aquélla huída vergonzosa provocada por el malestar de un pueblo harto de aguantar abusos por parte de muchos poderosos, trajo una efímera sensación de modernidad en la España de la incipiente República. Grandes intelectuales salieron a las balconadas de los Ayuntamientos y Diputaciones de toda España para celebrar el final de la Monarquía.

      Pero la sublevación militar del 36 y los interminables años que siguieron hasta la muerte de Franco iban a despertar a España del ya lejano sueño de modernidad en el que el 14 de Abril del 31 parecía sumergirse con vehemencia. Cuando el dictador muere, nos deja preparado a su elección y saltándose a la torera la línea sucesoria, de nuevo la monarquía, en manos de su obediente y atento Juan Carlos, príncipe a la sazón. Éste, en vez de reconsiderar la orden del Caudillo y reclamar la corona con valentía y justicia para su padre, don Juan, que había prácticamente sido expulsado de España, acató servil las órdenes impuestas por el dictador.

      Así, pasaba España de la monarquía a..... la Monarquía impuesta por un dictador. Se objetaron miles de excusas: que si un monarca nos sacaría de otra posible guerra, que si el país quedaría gobernado en paz, que si ..., que si..., ¡Qué sé yo la cantidad de excusas ovejiles! Excusas que mostraban el miedo de una nación gobernada paternalistamente durante casi medio siglo seguido.

      Es bueno hacer memoria de vez en cuando para refrescar los acontecimientos a nosotros mismos y para enseñar a los jóvenes, muchos de los cuales hoy en día no saben  ni quién fué Franco.

      Éste rey impuesto ha sido justificado cuando el Golpe de Estado del 81, como resorte apaciguador. Pero ello es símplemente porque la máxima autoridad militar en el momento era la del rey. Pero si no hubiera habido monarca, la autoridad recaería en otro mando, que también, seguramente hubiera detenido el Golpe. No hay que buscar excusas pueriles, que somos mayorcitos los que conocemos los hechos porque los hemos vivido.

      En un país que se muere de asco arruinado por el paro y la precariedad a todos los niveles, no consigo saber cuál es la misión del Rey Juan Carlos. Sabemos e imaginamos, el chorro de millones de euros que cuesta mantener a éste individuo y a su real familia. Sabemos que sus casas, sus yates, sus caprichos, sus protocolos, sus nóminas (¿es que trabajan los reyes?) son una herida constante en el corazón de España, que pagamos todos los españoles.

      Bueno, claro, ahora que los malditos políticos del PSOE y del PP, llevan un tiempo haciéndonos perder nuestros derechos ciudadanos cuando acceden al poder, para ir situándonos progresivamente en la exclavitud de la Edad Media, ahora sí que pegan los reyes. Lo que pasa es que los reyes medievales a pesar de ser unos déspotas, se lo curraban. En vez de irse a cazar elefantes en cacerías totalmente preparadas, se unían a sus huestes en grandes y peligrosas batallas, en las cuales, víctimas de su arrojo, perdían algunos la vida.

      Estamos en un país en el que se recortan millones en Sanidad y en Educación, pero ni se cuestiona la utilidad de mantener a la Casa Real. Así nos va. En ése aspecto es vergonzoso ser español. Igual que me avergonzaría ser inglés por la misma cuestión, aunque nos separe un abismo en ellos. El Estado es muy moderno para lo que quiere. ¿Porqué España sigue siendo un país servil? SÓLAMENTE UN REFERÉNDUM PARA DECIDIR SI HABRÍA QUE DAR JAQUE MATE A LA MONARQUÍA, DADA LA COYUNTURA ACTUAL DE NUESTRO PAÍS, SERÍA LO JUSTO Y LO CORRECTO.

sábado, 14 de abril de 2012

"RES, NON VERBA", O EL PODER DE LA ACCIÓN.


 

      En toda nación, la obligación y única función del Estado es velar por los intereses comunes de sus ciudadanos. Ésta función ha ido degradándose progresivamente hasta conseguir que el Estado se haya convertido en el mayordomo síndico de los grandes poderes económicos, ejerciendo de fiel vasallo del elemento capitalista y actuando en pro de éste contra los intereses del pueblo, si con ello incrementa la economía. Pero la economía, ¿de quien? Por supuesto, no la del polite o ciudadano a quien debería representar, sino la de los grandes capitalismos representados en las bolsas, en las agencias de calificación económica, en  el FMI.

      Es muy triste y lamentable que en los sistemas educativos actuales (elegidos por los gobernantes de turno, exactamente igual que durante la represión franquista) no se integre seriamente el conocimiento de los modelos sociales de sociedades ejemplares en muchos aspectos, como lo fué la sociedad de la antigua Grecia. Es patético que de todo el conjunto de estudiantes desde las enseñanzas medias hasta las superiores, sólo algunos de unas pocas  especialidades universitarias tengan una lejana idea de quienes fueron los primeros gobernantes que mimaban los derechos de sus ciudadanos, como Solón. Claro, éso no interesa.

       A los Estados actuales les viene estupendamente el desconocimiento de la pobre gente de a pie. Se logran de que el ciudadano medio de cualquier nación "moderna" desconozca por ejemplo que la palabra "política" viene del vocablo griego "polites" que significa "ciudadano" de una época en que la implicación ciudadana en los asuntos políticos de la nación, era inexcusable. Es decir, que el político estaría directamente relaccionado con los intereses del ciudadano. Exactamente lo contrario que es hoy ser político: "Tú me votas y yo te estafo". No nos traicionan porque sí los pobrecitos, sino que se ven obligados a obedecer a un sistema global ultracapitalista, que de paso les va a enriquecer a cada uno de ellos de por vida, aunque sólo estén en el Gobierno unos años.

      Nos han empobrecido económicamente a los trabajadores, recortando sueldo y derechos. Y han llevado a la miseria a millones de personas, como todo el mundo sabe. Encima, los que trabajamos, además de dar gracias a Dios cada dia, lo hacemos con desánimo, porque cuando nos sustraen una parte importante del salario ( porque no cobramos sueldos, sino salarios para subsistir) la vida se hace más dura.

      Y por último, a nivel global NOS RECORTAN LOS DERECHOS CONSEGUIDOS A TRAVÉS DE LAS MILES DE REVOLUCIONES DE TODA LA HISTORIA DEL HOMBRE. Ya te quitan de tu sueldo los dias que faltes aunque estés justificadamente enfermo, por decretazo antisocial. Tanta sangre derramada de antiguos poderosos déspotas para llegar al mismo punto de partida, ¿ha sido inútil, o quizá insuficiente? Yo me inclino por la última respuesta. Mi opinión personal es que, pese a ser contrario a la violencia, haría falta un correctivo hacia todo delincuente de guante blanco y espaldas cubiertas, por parte de todos los ciudadanos, difundiendo el terror entre toda esa caterva de gobernantes descontrolados anti patriotas. Cuando estudias con detenimiento crítico la Historia, te das cuenta de que en ocasiones no ha sido una crueldad, sino una necesidad, pasar a cuchillo a los opresores de la Libertad y de los Derechos Humanos. Suena mal, pero sólo hay que asomarse a los acontecimientos con el prisma adecuado.

      MIENTRAS LOS CIUDADANOS DE TODAS LAS NACIONES NO TOMEMOS VERDADERA CONCIENCIA DE HUMANIDAD GLOBAL, DEL PODER DEL CONJUNTO DE MILLONES DE HABITANTES SEGUIREMOS PRESA DE LOS LOBOS.

      Sabemos que los grandes poderes ultracapitalistas tienen las armas y el dinero, pero si dejasen de tener a su mando a los ciudadanos que aprieten los gatillos de sus armas y que dejen de darle sentido a su dinero, porque EL DINERO AÚN NO SE COME, quedarían aislados y sería fácil erradicarlos.

      ¿Qué se puede esperar de países como el nuestro, que participan en el negocio de la financiación de armas? ¿Qué podemos esperar de las grandes asociaciones mundiales que retrasan las soluciones para la reducciones de contaminación ambiental del Planeta para apurar la recesión de réditos? ¿Qué sistema humano puede denominarse ético y honesto que permite el gigantesco enriquecimiento  multinacional global cuando millones de niños mueren intoxicados en monumentales basureros en sus países rebuscando materiales aprovechables para la venta a cambio de un plato de sopa nítida y fría? Esos niños que mueren y morirán sin saber lo que significan palabras como "juego" o "escuela".

      Durante los últimos cien años, la Historia Mundial ha experimentado las consecuencias de la exaltación del Capital en el sistema global y de la del Trabajo en los sistemas comunistas. Pero aún está pendiente la revolución del Humanismo social, de preponderar al hombre sobre el resto de los elementos. ¿Hasta cuando seguirá pendiente?

      Pese a que de cara a la galería, estamos en una sociedad libre, con libertad de expresión, me cuido mucho de la manera de expresarme, porque sé que eso es una gran mentira y que una frase dicha de aquélla manera puede ser interpretada fiscalmente . Hoy, aquí mismo, puedes ser culpado y condenado por incitar a rebelión. Por ello me cuido frente al poder fascista de los Estados, de pluralizar y de aclarar que lo que yo expongo es una opinión personal, ya que aún hoy día, no está perseguido pensar.

      Una de las cosas más dolorosas que existen es la zafiedad, la ignorancia. Lamentablemente nuestro país demuestra tener bastante de ello, porque siendo castigados cada legislatura por los lacayos del Mercado Común, se sigue votando en un juego rotatorio o al PSOE o al PP. ¿No tiene agallas el español medio para dejar desierto un voto que nadie demuestra merecer? Evidentementemente, parece que no.

      CUANDO EL CIUDADANO MEDIO COMPRENDA QUE NO VOTAR ES UNA SERIA AMENAZA PARA NUESTROS POLÍTICOS Y LAS URNAS SE QUEDEN VACÍAS EN SEÑAL DE DESPRECIO Y LA CALLE SE ABARROTE DE CIUDADANOS  EN PROTESTA EN TODAS LAS NACIONES, PODREMOS EMPEZAR A HABLAR DE CAMBIOS.

martes, 10 de abril de 2012

EL HOMBRE QUE RIENDO, DESAPRENDIÓ A LLORAR

      Había nacido en una familia de estirpe casi legendaria, sin haberlo elegido. Tuvo la inmensa suerte de tener un padre que volcó en él todas sus ilusiones, lo que a su vez le acarrearía un odio tardío de algunos de sus deudos. Había sido educado en los más refinados principios de educación y respeto, así como de curiosidad por el saber, encauzado sabia y minuciosamente por su progenitor. Aunque ya, de por sí, él aportaba una casi endémica sensibilidad que le haría involucrarse a veces dolorosamente en el tráfago de su existencia.

      Alberto se había enamorado algunas veces en el transcurso de su vida, según sus amigos equivocadamente. Según su conciencia, la mayor equivocación en ésta vida era no mover ficha por temor a errar. Como sus inquietudes casi no pertenecían al mismo mundo del de los demás mortales, estaba condenado a una dolorosa incomprensión, que si durante su juventud le había costado un sin fín de enfados, según iba madurando aprendió a sacarle partido.

      Me encontré con Alberto después de más de veinte años. Pensaba ver a un hombre relativamente joven, pero con la apariencia de los que ya nos acercamos decididamente al medio siglo de existencia. Me lo imaginaba un poco como yo, con poco pelo casi cubierto de la nieve de la edad, algo entradito en kilos y por supuesto con mucho menos sentido del humor que en nuestros años jóvenes cuando nos reíamos de tantas cosas. Pero mi sorpresa fué mayúscula al encontrarme con un hombre que no había perdido la alegría de su juventud, pese a los accidentes de la vida. Su enorme sonrisa, generosa y confortante, seguía ahí, impasible ante los accidentes del paso del tiempo.

      Yo había ido unos dias de mis vacaciones a la Costa del Sol como los guiris, a desconectar del trabajo, a disfrutar del tiempo cálido, del mar azul chillón y de los ojos verdiazules de Ángela. Como sabía que Alberto tocaba el piano en algunos hoteles y locales de música en vivo por la zona, hice mis pesquisas y lo localicé en un lujoso local cerca de La Carihuela. La alegría contagiosa de la sonrisa inmensa con la que me obsequió, fué indescriptible. Después de terminar su velada musical con cuatro brillantes ragtimes, fuímos a tomar algo y a contarnos algo de nuestras vidas.

      Alberto seguía viviendo en su precioso chalet en el campo. Por lo visto, en éstos más de veinte años había tenido un sin fín de experiencias, desde su trabajo semiestable fuera de Madrid, hasta la muerte de su padre, que para él había sido tan especial en su vida. Se había enamorado un par de veces en serio. Con Sara, la última mujer, hasta había cometido el terrible yerro de ¡casarse!

      ¿Casarse?    Sí. Lo hizo porque la amaba mucho y la veía desprotegida. ¡Pobre Alberto! Era demasiado protector con la mujer de la que se enamoraba y eso nunca acaba bien. Él aprendió la lección demasiado tarde. Ahora se encontraba con cuatro años de pobreza, por tener que pasar una pensión a aquélla que parecía haberle querido tanto. Pero según él, las experiencias siempre son buenas porque enseñan a vivir mejor. Por ejemplo, había aprendido a seleccionar entre todas, sólo a aquéllas mujeres que fuesen realmente independientes. Eso da mucho juego a la hora de disfrutar, cuando todo se hace a medias, en vez de convertirte en un papá protector.

      Yo, por mi parte le conté mis intenciones de establecerme definitivamente en Oviedo. Lo mío con Teresa parecía ir consolidándose, cosa que me daba un poco de miedo, sobre todo por la diferencia de edad. A veces temía que la tomasen por mi hija. Aunque tampoco me obsesionaba. Teníamos los dos demasiado en común, como para preocuparnos. Lo que sí me daba miedo era estabilizar definitivamente la relación, porque yo también, como Alberto, había aprendido a disfrutar de mi libertad y desde entonces reía más que nunca.

      Al día siguiente de nuestro encuentro, quedamos en el centro de la ciudad, en El Pimpi, donde con el sonido de fondo de música de guitarreo andaluz, compartimos un par de botellas de manzanilla de Sanlúcar, para refrescar nuestra memoria y ponernos al día de todos éstos años. Al día siguiente yo tenía que regresar a casa.

      Aquél encuentro con Alberto, me enseñó que la vida en sí no es sino lo que nosotros hacemos de ella, o mejor, lo que nosotros pensamos de ella, cómo nos la tomamos.

      Alberto había conocido varias mujeres en su vida, pero sólo había "errado" casándose con una de ellas a la que quiso con integridad, por la que se enfrentó al mundo entero, porque creía en ella. Quizá no vió más allá del amor, de un amor hermoso e incondicional. Un amor que resultó ser equivocado. Pero no se arrepentía de eso ni de nada de lo pasado. Todo eran experiencias para aprender a vivir mejor, a no ser tan "tonto" y a valorar, todavía más cada cosa de ése todo que es la Vida. Había descubierto que hacía muchísimo tiempo que no lloraba y se le había ido olvidando cómo hacerlo, porque no sentía necesidad de ello. -"Todo pasa, el Tiempo pone las cosas y a cada cual en su sitio", me dijo antes de despedirnos, con una efusiva sonrisa.

      Casi sin darme cuenta, yo también he ido aprendiendo a reirme hasta de mí mismo. Es algo en verdad, reconfortante.

lunes, 2 de abril de 2012

SER JOVEN ES SENTIRSE JOVEN. REFLEXIÓN DE CUMPLEAÑOS DE UN JOVEN MADURO.



      A mis recién estrenados "cuarenta y cinco y pico", como dice un singular personaje de televisión, vuelvo a reflexionar contigo, querido lector, sobre el paso del tiempo y de la vida en sí.

      Ya nos advierte el adagio latino: "Vive memor leti, fugit hora". No se refiere el dicho a la tragedia inevitable de la muerte como fín, sino que nos la recuerda para que cuando ése final llegue, estemos cansados realmente de haber vivido lo suficiente, sin desperdicio.

      Siempre he creído que la Vida de cada cual es un hecho particular y de diferentes vicisitudes, incomparables en cada indivíduo. Y según me voy haciendo más talludito, las vivencias mejores y peores que he ido teniendo hasta hoy, han ido ratificando mi tesis primigenia. Existe un único caso que impide sentirse joven y vital: Es la enfermedad, en cualquiera de sus infinitas manifestaciones. La vejez, por ejemplo, es la degeneración progresiva, el desgaste o pérdida paulatino de salud, que se manifiesta mediante la enfermedad.

      Pero no sólo en la vejez de los años aparecen síntomas de desgaste o enfermedad. Hay muchos jóvenes que son viejos prematuros, sin ilusiones, que no saben ser jóvenes, porque creen que eso es algo propio del paso del tiempo, en su caso de su poco tiempo vivido. Se trata de una casta que desperdicia su tiempo y su juventud, porque no sabe vivirlo y apreciarlo. Tienen por religión el capitalismo consumista anodino y superficial. Y como piensan poco y son perezosos para ello, se visten de prejuicios, creen que  no van a cumplir años y todo lo que no sea de poco tiempo, lo desprecian en su ignorancia supina. Las mentalidades cerradas y perezosas, son mentes viejas, caducas, a cualquier edad.

      Existe afortunadamente otra juventud, que realmente lo es y no sólo por carecer de demasiados cumpleaños. Son una serie de personas, con curiosidad por todo. No pierden con facilidad el sentido del humor y saben apreciar la Vida, sus detalles y sus gentes. Son capaces de amar a quien le demuestre valía y sea joven porque se sienta joven y no por los años cumplidos, como si se tratase de vehículos ante la ITV. Ésta verdadera juventud es un número realmente considerable a nivel universal, porque engloba a todas aquéllas personas de cualquier edad que conservan la alegría pese a las adversidades, porque intuyen que es el mejor arma para sobrevivir. Creen sobre todo en la persona, así que tienen una dosis de filantropía importante. No les preocupan las arrugas, porque son señal de haber tenido vivencias y recuerdos y de haber adquirido sabiduría. Y cuando maduran, jamás irían a ponerse "bótox" ni tienen intención de retocarse el cuerpo o la cara mediante cirujía. Eso sí: se cuidan, por fuera, pero sobre todo, por dentro.

      Yo, particularmente, como hombre, creo que lo más hermoso de una mujer a cualquier edad, es eso, que sea mujer.

      Aunque no miro la edad,  reconozco que a mis años sería difícil enamorarme por el físico de una mujer bastante mayor que yo por ejemplo, por muy atractiva que fuera, aunque pudiera conectar a otros niveles con ella, apreciando su valía si su espíritu fuera juvenil. Tampoco podría esperar de una mujer de veinticinco que se enamorase de mí si yo tuviera sesenta, ya que aunque nada es absolutamente imposible, sí sería bastante improbable. Sin embargo, sería un error dejar en manos de la ética lo que simplemente es una cuestión de elección absolutamente personal. Siempre he hecho oídos sordos ante los dogmáticos. La vida de cada individuo es demasiado personal para ser encasillada.

      En cambio, una mujer joven, si además es inteligente, puede enamorar harta la exasperación a un hombre, igual que una mujer de mediana edad. En ése caso, no es sólo la lozanía material de la juventud, que de por sí sóla, se reduce a un hermoso decorado, sino el conjunto, lo que adquiere pleno valor.

      Desgraciada injusticia para la mujer, el hombre durante la madurez adquiere un atractivo añadido, incluso para la mayoría de las mujeres jóvenes. La sociedad está llena de ejemplos de ello; sin embargo injustamente es, en general desdeñada la madurez femenil. Parece que la Vida tiene ojos de hombre. Yo, que he tenido ambas experiencias antagónicas, he podido comprobar que frente al destino difícil de cada día, tenemos las personas la maldita manía de dificultarnos aún más la existencia con los carteles y prejuicios que ponemos a las cosas. Lo bueno es darse cuenta y rectificar a tiempo:

      "Hoy  es  siempre,  todavía".    A. Machado.