lunes, 22 de agosto de 2016

UN TACHÓN SOMBRÍO.

 
  


   Han tenido que pasar algunos meses para poder escribir éstas líneas, por razones de sentimiento. Hace un tiempo vino la que siempre viene al final y se llevó a un buen amigo. Debió entrar suavemente, entre puntillas, sin ser vista. Una mañana tibia de mayo, se lo llevó consigo, certera en su convicción de estar haciendo lo que debía. Sí; quizá debía entonces, por ahorrarle ese terrible sufrimiento de no poder partir y quedarse padeciendo dolor y angustia.

  La mañana comenzaba, pero ésta vez ya sin Manolo, que yacía tendido plácido en la cama, quizá con una mueca sincera de descanso y de adiós calmoso.

  Abajo, el ajetreo por las calles del barrio, de coches, furgonetas descargando mercancías y comercios con las puertas recién abiertas al nuevo día. Más allá la playa, tibia y descolorida, como en una nebulosa blanca, lanzaba tímidas olas que se deshacían antes de llegar a la arena fina. Gaviotas y cielo claro. Era un día claro, como algunos en los que luce el litoral cuando se aleja la lluvia débil del norte. Un día como otros, en los que muere gente y nace gente. Días de dicha para algunos, tristeza para otras, tedio para muchos, risas para otros. Era un día más de Mayo, pero era un día maldito y triste para los que queremos a Manolo, porque Manolo ése día se fue en el tiempo y el espacio y ya no íbamos a verlo más...

  Manolo, un hombre de talla grande, era además, sin pretenderlo, un gran hombre. Era serio por fuera, pero tenía un sentido fino del humor. Era, como amigo, acogedor. Siempre estaba al lado de Maribel; un hombre familiar. Cuando le conocí, ya estaba jubilado, pero su espíritu inquieto le convirtió en artesano.

  Tenía su pequeño taller de madera, en el que trabajaba a ratos y con ilusión, haciendo viejos utensilios agrícolas asturianos, también de cocina y un montón de detalles más, bastante originales.

   Ver a Maribel y a Manolo juntos daba una sana envidia, porque es difícil que un matrimonio que lleva más de medio siglo conviviendo, se lleve así. Claro que teniendo como compañera a Maribel, era imposible que esa unión no funcionase. ¡Qué suerte tuviste, Manolo, con esta mujer!

   Maribel es, en el buen sentido, una niña grande. Sus ojos siempre sonríen y sus pómulos, ligeramente coloreados, le dan un aspecto casi infantil a su expresión, lo que resalta su alegría, porque Maribel es como una niña alegre, en realidad, una mujer estupenda. Últimamente tiene una sonrisa acompañada de cierto toque de lejana tristeza, que me disgusta, pero es normal. El tiempo lo cura todo. Y ella es una mujer muy fuerte, bajo esa apariencia de niña frágil.
 
   Cuando Manolo se fue, lo sentimos egoístamente por no poder volver a verle más, pero sobre todo nos preocupaba Maribel. Lleva su pena a solas y sabe que Manolo no la quiere ver triste. Por eso es fuerte, porque se atreve a sonreír, aunque sea una sonrisa con cierto deje de triste añoranza. ¡Qué suerte tuviste, Manolo!

   A veces, Maribel nos contaba alguna anécdota y Manolo replicaba con una voz grave y sorda a la vez, pero plácida:
-¡No hombre, no, Maribel! ¡No fue así!-
Y empezaba a corregirla el relato. Y no es que quisiera discutirla, sino que Manolo era un hombre recto, más que cualquiera de nosotros y como tenía muy buena memoria, corregía a Maribel y nos contaba cómo había sucedido aquélla anécdota exactamente. Aquello resultaba gracioso en su persona.

  El otro día fuimos a ver lo que queda de su recuerdo representado en un tejo, junto al arroyo. Pero ése Manolo no es el que yo conozco exactamente, sino un trocito de tristeza, un tachón sombrío. El Manolo amigo, el Manolo de Maribel, está ahora sobre el cielo de Buspriz, planeando con la brisa de ésta mañana, sobre los castaños, abedules, hayas y avellanos de los montes que nos rodean. Y por la noche, tiene su casa en el corazón de Maribel y de sus hijos, pero unos trocitos se quedan en los nuestros.

  Se nos fue el maestro artesano de la Vida, pero permanece entre nosotros. ¡Manolo, también nosotros nos acabaremos yendo hacia los altos montes, hacia el mar brumoso y lejano y seremos lo que tú eres ahora: paz y eternidad!

                                            

2 comentarios:

  1. Todos los que tuvimos la suerte de disfrutar de su hospitalidad, llevaremos su recuerdo grabado para siempre. Un autentico casìn, que ya es merito. A Maribel, tenemos la suerte de seguir disfrutàndola.

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  2. Todos los que tuvimos la suerte de disfrutar de su hospitalidad, llevaremos su recuerdo grabado para siempre. Un autentico casìn, que ya es merito. A Maribel, tenemos la suerte de seguir disfrutàndola.

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