domingo, 3 de junio de 2018

REENCUENTRO CON UN VIEJO AMIGO.

                                                                         

   Hace tiempo que no nos veíamos José Manuel y yo. Los dos hemos pasado  parecidas fatigas lo que ha fortalecido aún más nuestra vieja amistad.

  Un día hablando medio en broma, decidimos hacer una ruta juntos, por una de las zonas castellano manchegas que el no conocía bien, adentrándonos también un poco en la comunidad andaluza, de refilón. Me encanta demostrar a mis amistades, que Castilla la Mancha, no es sólo La Mancha, sino un conjunto paisajístico con una variedad tal, que mucha gente ignora.

    El Jueves por la tarde le esperamos en casa. Viene con su BMV 1200LT al atardecer. Por aquí por casa ha llovido bastante los días anteriores y hay un ambiente cargado de aire limpio y fresco, que le da mucho encanto al campo.

  Después de tomar unas cervezas y charlar un rato en el jardín, nos pasamos a cenar.
  -No puedo venir a tu casa sin traer al menos una botella de vino.
  Vale, un buen vino y después algo más para acompañar la cena, entre charlas y risas. Después a dormir. Al amanecer, todos estamos en pie: Santi tiene que ir a trabajar, nosotros a nuestra ruta por la Sierra de Alcaraz. Nos espera un largo día cargado de paisajes y recónditos recorridos. Después de un buen desayuno, va cada uno a su quehacer. Santi la pobre a currar. Sólo hay "puente" en algunas localidades castellano manchegas.

                                            
                                Nuestras dos burras en casa, preparadas para la aventura.

    Salimos bien temprano camino de Alcaraz, pasando las bonitas curvas y paisajes de Sotuélamos. Y a las nueve y pico estamos tomando un café en la plaza de Alcaraz. 

    Quien no conozca Alcaraz y sus sierras se pierde mucho, aunque haya viajado por medio mundo. No saber apreciar las "pequeñas cosas" a nuestro alcance, creo que es de tontos. 
  
    Alcaraz es una población medieval que ha pasado por todos los tramos de nuestra Historia, desde los Iberos hasta los sarracenos, pasando por la cultura romana, la medieval, la renacentista... Y conserva vestigios de todas ellas, aparte de su paisaje cargado de luz y colores. ¡Qué voy a decir de mi segunda patria! Pues la más sincera verdad.

    Después de un reconfortante café en la plaza, seguimos rumbo a Riópar, por la preciosa carretera de El Salobre. Pero quería enseñar a José Manuel la belleza del joven embalse que se encuentra a mitad de camino cerca de la pedanía de Zapateros.

                                             
      El joven embalse de Zapateros, que da luz, color y vida al paisaje serrano.

    La carretera del embalse, que realmente no es carretera, sino un camino asfaltado y hormigonado, es una prueba de pericia para el "armario" que lleva mi amigo. La verdad es que hay que tener valor para manejar esa moto por estos sitios. Pero mereció la pena el "sacrificio". La paz y el silencio que se respira en éste lugar son irreemplazables por  casi ningún otro placer.

    Pero hay que seguir ruta. El día da para mucho, porque a primeros de Junio anochece tarde, pero el recorrido es largo para un día. Así llegamos a Riópar Viejo. Cuando conocí ésta aldea, hace la friolera de treinta y tres años, aún existían cuatro paisanos en él. Tengo aún recuerdos vivos de mis conversaciones con dos de ellos y los guardo como tesoros en la antecámara de mi mente. ¡Cuánto ha pasado desde entonces! Tanto, que ahora ésta aldea se ha convertido en un conjunto de casas rurales que han conservado el estilo rústico del pueblo antiguo, restaurándolo en su totalidad. Pero lo más emocionante de éste lugar, son las maravillosas vistas desde lo alto del castillo, hacia unos paisajes de ensueño que hacen recordar al visitante los paisajes de muchos lugares de nuestro norte peninsular, sobre todo a Asturias.

    Jose Manuel corroboró esas sensaciones. Lo pasó mal subiendo el puerto, pero ahí llegó con su "barco", igual que yo con mi ágil  Honda Transalp. Eso indica una vez más que querer es poder.

                                            
      Carreterita que sube a Riópar Viejo, con el paisaje al fondo.

    Riópar Viejo es uno de esos sitios a los que voy cíclicamente cuando quiero meditar, siempre que no sea en fin de semana, claro.

                                       


       Castillo e iglesia medievales en Riópar Viejo.

     Después de recrear vista y olfato en éste lugar serrano seguimos rumbo al puerto de El Arenal, desde el que cogemos impulso para subir El Bellotar y bajar ya más tranquilos por Bienservida hasta Cortijos Nuevos, donde paramos a comer en un lugar tranquilo, frente a la sierra. Nos espera altivo, no muy lejos, el castillo de Segura de la Sierra, una de las dos hipotéticas patrias chicas de Jorge Manrique. La otra es Paredes de Nava en Palencia. Aquí en Segura, queda la casa de doña Mencía de Figueroa que fue su madre, donde pasó parte de la infancia el poeta. El pueblo, encima de un soberbio cerro cuyo acceso cuesta varios kilómetros, tiene unas espectaculares vistas. en la parte más antigua se conservan en perfecto estado unos baños árabes de la época nazarí.

  Lo más altivo de Segura de la Sierra es su castillo, que siempre merece la pena visitar. Está restaurado con gran acierto y muy bien documentado por dentro. Fortalezas así siempre merecen la pena de ser visitadas.

                                                
     Torre del Homenaje desde el patio central del Castillo de Segura de la Sierra.

                                                           
Jose Manuel, a punto de ser armado caballero.

Aquí estoy con un antiguo colega de la lucha diaria.

             Se nos hacía tarde cuando dos hermosas damiselas nos requirieron para jugar un poco al ajedrez. Pero entre la poca paciencia que yo gasto y la necesidad de apurar la visita en breve declinamos amablemente su invitación.



Así que a punto de irnos, subí por los adarves para echar un 
último vistazo desde las almenas. Mientras tanto....

Jose Manuel se despedía de Don Jorge Manrique.

Asi que comenzamos a bajar las escaleras de la gran torre


Y sin pensar en los peligros de la tormenta que se avecinaba, fuimos saliendo del castillo para volver ya rumbo a casa, después de casi 500kms. Ha sido un día fabuloso, por la ruta compartida con un viejo amigo, por habernos visto, charlado y echado algunas risas y ¡qué leche!, porque siempre es un placer "rular"  en moto y más con gente que merece la pena.

Los actuales caballeros motoristas, a veces sin saberlo jugamos con ésta.
No la tenemos miedo, pero sí respeto.


Éste es el vídeo que hizo Jose Manuel de la ruta:






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