sábado, 28 de abril de 2012

LAS VERDADES DEL CANTE. HOMENAJE A TERESA LA ZAMBREÑA.

      Después de tantos años de ausencia, he vuelto a recuperar el tiempo perdido de mi amistad con Antonio. La verdadera amistad, está siempre ahí, ligada al tronco de la honestidad, como la rama al árbol. Cuando es real, es algo imperecedero, con asombrosa capacidad de hibernación en espera del momento preciso para despertar.

      Tras la visita que me hicieron él y Jacinto, aquél fin de semana de hace unos meses, quedamos en volver a organizar otra parecida. Éramos tres hombres libres, bueno, Jacinto a medias casi, porque estaba aún con la estéril morriña de su Julita, de la que todavía se sentía responsable por la ruptura, pese a ser pactada entre los dos. Yo le dije un día que no podemos hacer de hermanitas de la caridad. Cuando una mujer no para de reprocharte casi cualquier cosa y no acepta razones, entonces es que no hay nada. Porque es totalmente impensable razonar con ellas cuando están obcecadas en tener manía a su pareja. Él, me miró serio, pero aceptó y calló.

      Hace cosa de un par de meses, me volvió a llamar Antonio. Me estuvo contando que acababa de impartir un curso en Madrid, en Caixaforum sobre las formas y las armonías en el Flamenco. A mí, que siempre me ha entusiasmado el buen arte del cante, empezó a invadirme una sana envidia. Antonio es un experto musicólogo y aquél curso, me hubiera encantado haberlo realizado. Y según se lo dije me respondió:

- No importa, tocayo. Se me había ocurrido que un fin de semana podíamos ir a Jerez, a casa de mi prima Sagrario. Ella se va de vez en cuando a Sevilla a pasar algunos días con su novio y varias veces me ha ofrecido el piso, por si quiero ir por allí. Voy a hablar con ella y organizamos una excursión por allí abajo. ¿Qué te parece?

      A mí me parecía estupendo, porque siempre me gusta el Sur, el cante, el sol y las palmeras andaluzas. Cuando ya habíamos sopesado una fecha, le conté a Teresa que ése viaje me interesaba, pues íbamos a conocer a algunos cantaores y Antonio íba a explicarnos "in situ" muchas cosas sobre los distintos palos. Teresa no sé si es un ángel o es que sabe lo mucho que he padecido en el pasado, cuando estuve esclavizado en una época que afortunadamente cada vez recordaba menos. El caso es que me dijo:

-Yo también tengo muchas cosas que hacer. Recuerda que viene Laura a verme. Para tí sería aburridísimo estar entre dos mujeres. Y aún tengo que terminar el trabajo de la universidad. Así que tranquilo y disfruta del buen tiempo, que aquí en Oviedo está aún por venir.

      Llegó el día y después de dejar el coche de Jacinto aparcado en mi garaje junto al mío, tiramos hacia Jerez en el de Antonio, donde llegamos cinco horas después.

      Jerez sigue siendo la ciudad que me enamoró cuando de más joven la conocí en los carnavales de Cádiz, cuando Eduardo nos invitaba todos los años a su casa de El Puerto. Nunca podré olvidar la obsequiosa acogida con la que los padres y tíos de Eduardo nos agasajaban. Eran de una humanidad tan cercana y familiar que es inolvidable.  Fueron unos años maravillosos. Pero después de tanto tiempo, me he podido echar las manos a la cabeza al ver la gran escabechina que el afán de construir había ido provocando en algunos puntos emblemáticos de una de las ciudades más encantadoras del Mundo.

      Era de noche y acabábamos de cenar en un bar familiar. Yo recordaba un tablao muy acogedor donde estuvimos antaño, que no era para turistas. Sabía que estaba por la Plaza del Mercado, en la antigua barriada de San Mateo.

 -Como no "cea" "El Lagá de Tio Parrilla..."- me contestó un paisano con una dulce entonación. Efectivamente, me sonaba el nombre del lugar. Y al pasar, lo reconocí en seguida. Y me acordé de Ramona. Y pensé en el tiempo, que se desliza como un fugitivo.

      Nos sentamos, en una especie de mesa camilla, no cerca del escenario y por llevar la contra caprichosamente pedí una botella de manzanilla. El Jerez ya se me hace demasiado fuerte con los años.

 -Antonio, no sabes lo que me alegra estar aquí.- le dije emotivamente-Si no es por la generosidad de Sagrario...

-¡Bah!, para ella no tiene importancia.-Me interrumpió.- Dice que prefiere que el piso no se quede sólo, ahora que hay tantos robos. Si casi la hacemos un favor.

- ¡Es verdad!- dijo Jacinto riendo, irónico- Yo casi que vengo por éso, por hacer un favor a tu prima, que si no...

-Sí, es verdad;-sonreí-Pero yo que soy un pobre profesor de pueblo, víctima del Estado y de la caótica Justicia española, condenado como miles de hombres honrados por una patética resolución a ser abusivamente esquilmado en su salario para... ya sabéis por qué. Pero en el fondo no voy a quejarme, ¡Siempre hay almas caritativas que me ofrecen su casa para salir de viaje! En éso soy un tío con suerte.

      Estaba terminando mi soliloquio, cuando apareció en el entarimado, una graciosa y espigada morena, seguida de un mantecoso guitarrista maduro.

      -En "homenahe" a "Tereza la Zambreña", que "eztuvo" por aquí en "lo" "ocenta" y pico, "imprecionándono" con "zu" cante. ¡Con "tóo" el cariño, Zambreña!

      Empezó la guitarra con una introducción en una forma  como de fandango de Alosno, que removía las entrañas por su emotivo dinamismo.

      -"Tre le re le re le re le..." - comenzó a entonar la diosa.

      -"Cobardía...
      niña, la que escondes dentro
      gitana, desaboría;
      entraste en mi pensamiento
      y saliste de mi vía
      sin sentir padecimiento.

      Eres tan aventurera
      tan frívola y tan galana
      que queriéndote, gitana
      te ríes de mis quimeras,
      te diviertes y te vales
      de tus oscuras maneras .

      Canta con triste cadencia
      un ruiseñor en el árbol,
      con éste cantar, llorando:
      -"Siendo pájaros cantores
      ¡Qué pena de vida mía,
      ser pequeños ruiseñores!"

     
      Inmediatamente se oyó un vitoreo acogedor. Siguió la niña con sus cantes y nosotros seguimos nuestra charla entre tragos del oro de Sanlúcar y risas.

      -"La Vida es como la describen éstos cantes- Dijo Antonio convencido.- El tema es estar dotado de cierto eclecticismo que contrarreste los instintos básicos del sentimiento."

      La verdad, es que tenía razón.


 

     
     



     

     

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