jueves, 23 de febrero de 2012

VUELVO A AQUÉL LUGAR. *

      He llegado a aquél lugar. No importa cómo, sólo que he llegado, ¡al fín! Todo está como antaño.

      Por el camino, con el que tanto he soñado como bálsamo bendito de mis apretados dias, he subido varias veces en otro tiempo; cuando el mundo parecía más arcaico e ingenuo.

      La vieja noguera sigue en pie. Ya casi no da frutos, pero sus grandes hojas vuelven a estar esparcidas por el suelo. Su amarillo atrayente invita a la reflexión. Hace frío pero no me siento mal por ello. Noto cómo reconforta. Hoy vuelvo a caminar sólo aquél sendero en sombra. Huele a humedad de la tarde, ¿o de la mañana que esparce su aroma de ayer aún no consumido? De los mojados troncos de los árboles verdea chillón el musgo. Hoy como ayer, vuelvo a escuchar con gozo la sintonía de las hojas bajo mis pisadas austeras y contenidas de emoción.

      Todo sigue, permanece.

      Las mil gamas de verdes, amarillos, ocres y cenizas, se asoman al paisaje como si permanecieran impasibles y sin embargo son un gesto de esplendor. Me siento a la vez importante, pero efímero ante su inmensidad. Antaño, subía caminando hacia el alto pico desde el cual las águilas dominaban su terreno; aquél pico que nunca llegué a coronar y que sin embargo, llegaba a ver tan cercano. Al otro lado, después de muchas revueltas cuesta arriba, entre pinares, barrancos y peñascos, se veían las dos caras de la sierra: la de las tierras yermas, en cuyos luengos valles se abrían pequeños huertos y esparcidos caseríos, comunicados por una obscura** carretera de tierra; y aquélla otra, agreste y perfumada sierra, cobijo de tanto ser viviente al margen del hombre. Ésta era mágica en su misterio recóndito. Era la naturaleza interna de mi ser. Aquélla otra, más civilizada, era un paso hacia el futuro: orden y limpieza, argumentos y caminos hacia el hombre, pequeños huertos y apriscos hacia la supervivencia humana.

      Atrás quedaba la sierra misteriosa y abrupta, de escondida fauna y paraísos vegetales. Allí quedó mi espíritu otoñal, en el fondo de aquéllos verdes montes que iba dejando atrás a mi regreso.

      Por primera vez bajé la sierra hacia aquélla obscura carretera. Pasé por los esparcidos huertos y siguiendo la senda, llegué al cruce de caminos señalados con carteles anunciando al menos dos poblaciones.

      ¡Caminos son de la Vida, los que la Vida misma nos ofrece!

      Aquél es el principio del fín de otro hermoso principio abandonado allá en el monte solitario.

      Desde éste bajo camino, diviso entre una espesa bruma otoñal, el misterioso y solitario monte, que sin saber por qué, acabo de abandonar.

      ¡Caminos tiene la Vida! Pero jamás nos guía para escoger cuál hemos de trazar. O quizá es que nos guía en cada uno de ellos por igual, pero no lo vemos.

      ¿Es acertado el camino del "progreso"?, ¿Para quién? ¿Qué es progresar?

      Hasta cierto punto se progresa. Cuando dejamos el mundo para seguir a nuestra vanidad. Cuando sentimos resquemor de andar sólos y nos acogemos a la mano que alguien nos da. Cuando pensamos que nuestro camino social es el correcto. ¿Quién puede renegar de aquéllos montes verdes y brumosos que nos hacían soñar? ¿Quien puede superponer el práctico camino, a aquél tortuoso y frío que nos hacía sentir vivos? ¿Por qué hay un "buen camino"? ¿Quién dicta la norma de la normalidad?

      He llegado, tras mucho caminar en jornadas interminables, a ésta grande ciudad sin fín. Siento que no soy de aquí. Echo de menos algo. Me echo de menos a mí siendo como era antes, paseando por aquél arcaico sendero que ya hace tiempo partía desde el viejo y solitario nogal...

      Cuando pienso en la intensa música que escuchaba mi corazón cuando mis pasos contenidos hacían sonar las amarillas hojas otoñales, siento ganas de salir corriendo y encontrarme de nuevo gozando bajo aquél brumoso cielo cargado de humedad de ayer y de fragancias vegetales.

      No puedo soportar ésto tan práctico que es la ciudad, necesito mi campo. Yo, que he nacido en una gran ciudad, en una de las más hermosas ciudades del mundo, me he pasado la vida anhelando salir corriendo hacia aquél lugar que en cada momento flaco de mi vida me ha hecho soñar.

      En el fondo, cuando yo nací, ya había nacido antes en aquélla inmensa soledad.

      Ahora asomado a mi ventana, mientras veo pasear a la gente por la calle, pienso que algún día volveré a aquél lugar, para no irme más.




* ) Ése lugar, que es un paisaje onírico universal, existe realmente cerca de una muy minúscula aldea de la Sierra de Alcaraz, no lejos del Pico del Almenara.

** ) El autor de éste blogg se considera un auténtico integrista en el uso del castellano "de toda la vida", frente al empequeñecido  embrutecido y extrangerizado uso que la RAE actual pretende hacer con los nuevos diccionarios en los que se admiten vulgarismos que aún no han pasado el filtro del tiempo para poderse considerar vocablos. También el autor es un digno combatiente de la nueva actitud de la RAE de expulsar de nuestros diccionarios miles de palabras de uso castellano, como la palabra "moraga", totalmente en uso en ámbitos rurales, o la eliminación del vocablo que nos interesa OBSCURIDAD, susbtituyéndolo por: oscuridad, eliminando la opción versión

No hay comentarios:

Publicar un comentario