jueves, 16 de febrero de 2012

SIMBIOSIS Y PARASITISMO.

      Querido lector, hoy quiero reflexionar contigo un poquito sobre los prejuicios a los que nos puede llevar el mal uso o politización del lenguaje, a través de dos conceptos que en la actualidad son manipulados socialmente no se si por ignorancia, o por malicia; aunque temo que es más por lo primero.

      Cuando hay una mala interpretación semántica, generalmente se debe a un desconocimiento etimológico básico que hoy día  debía estar erradicado para casi todo el mundo con estudios básicos. Pero desgraciadamente no es así. El nivel general de conocimientos del ciudadano con una formación básica, media y en muchas ocasiones superior, se cierne sobre el uso informático, el cálculo numérico y en algunos casos, algo de inglés. Es triste, pero real. Ésto es porque no hay una conciencia social, que debería ser inculcada con rigor desde la formación inicial, sobre la extraordinaria importancia del lenguaje. No voy a ser yo quien explique ahora el rol de la palabra en el devenir filosófico, pues es una evidencia plasmada a lo largo de la Historia del Pensamiento y por ende del ser humano.

      El desconocimiento etimológico de la palabra trae consigo la incapacidad crítica de cualquier concepto, además de prestarse al prejuicio en el lenguaje, porque nos hace vagos a la hora de pensar conceptos que ya nos prefabrica el diccionario, sin darnos la oportunidad de poder juzgar cada voz, debido a la ignorancia de su origen.

      Así mismo sucede con la conjugación de género, que llega a producir efectos cómicos al escuchar a personajes que se supone deberían tener cierto nivel cultural y nos corroboran que éste no existe en ellos, al decir por ejemplo: "Ciudadanos y ciudadanas..." "Trabajadores y trabajadoras..." "Lector y lectora..." Ésta pobre gente es medio analfabeta, porque desconocen que el uso masculino en la generalización vocativa recoge precisamente a los dos géneros sexuales de la especie (y actualmente a todos los que se van formando nuevos).

      La otra perversión mas conocida (o desconocida, según) es la supina ignorancia en el uso de la sintaxis castellana. Me refiero a aquéllos analfabetos que desconocen la diferencia entre objeto o complemento directo e indirecto cuando lo utilizan indistintamente para personas u objetos: "El ministro atendió a las reclamaciones..." transformando en complemento indirecto (a las reclamaciones...) lo que debe ser un objeto directo (las reclamaciones...).

      El primero de los términos que vamos a tratar ahora es una bonita palabra, tanto por su sonoridad de reminiscencias griegas, como por su significado. Se trata del vocablo SIMBIOSIS. Si atendemos a la etimología del término, el vocablo consta de otros dos de origen griego, que son las preposiciones  "con" y "medios de subsistencia". Entonces simbiosis debería significar lo que la mayoría tenemos en mente: "asociación entre individuos animales o vegetales para un aprovechamiento mútuo". Sin embargo, según la RAE el significado queda inexplicablemente limitado a: "Asociación de individuos animales de diferentes especies..." Y ésa definición cuyo origen griego no cita las diferentes especies, ¿A cuento de qué?  ¡Se supone que no hablamos de una simbiósis biológica,  sino que utilizamos el vocablo en términos genéricos! Pues bien, ésa capacidad de poder utilizar el propio criterio razonado para hablar con SENTIDO COMÚN es hija de un conocimiento básico del origen de la palabra. Y a ése uso invito al lector, para que el lenguaje no quede relegado a las frías oficinas de un estamento, sino que sea algo vivo, como lo ha sido a través de la Historia.

      El segundo  término es la palabra PARASITISMO. Si la palabra SIMBIOSIS hace referencia a un hecho positivo entre los indivíduos, puesto que menciona la colaboración entre ellos para sacar provecho mútuo, su antítesis parcial es el abuso de un ente respecto a otro del que obtiene beneficios sin aportar nada al otro, sino más bien perjudicándole. Se llama PARASITISMO. Ejemplos de parasitismo son las personas que viven a costa de otra, causando la ruina a su víctima, como alguien que pudiendo trabajar se ampara en las subjetivas leyes de divorcio cuando son interpretadas a favor de la mujer, en muchos casos injustamente, para vivir a costa de su ex marido aunque éste subsista con un miserable salario. (Ya conocemos todos el lamentable estado de la mayoría de las leyes españolas y la subjetiva e injusta interpretación que algunos jueces españoles hacen de ellas en innumerables ocasiones). Parasitismo es también que un Gobierno estruje al ciudadano empobreciendo a la masa trabajadora y fomentando el paro en la multitud, para conseguir mediante el ahorro resultante beneficios propios. Por supuesto, hay jueces honestos y valientes, como el juez Garzón y también hay políticos que a pesar de serlo, miran por sus ciudadanos algo. Pero son tan  pocos...

      Todos éstos asuntos sobre la degradación del lenguaje, pueden ser consultados en numerosas obras de filósofos, filólogos, sociólogos e incluso antropólogos. Pero nosotros en éste breve artículo, hemos escogido ceñirnos  al sentido común, que debería ser inculcado en cada uno de nosotros mediante la educación. Y no me refiero a la labor pedagógica de colegios e institutos, que hacen lo que pueden manejando los escollos que suponen las burocráticas programaciones impuestas desde los ministerios de Educación y Cultura. Ahora me estoy refiriendo a otro gran enemigo de nuestra lengua: los medios de comunicación que transmiten ésos nefastos usos del lenguaje, como portadores del virus de una barbarie exasperante y peligrosa que se transmite a los ciudadanos a niveles monumentales. ¿Por qué no aprenden a utilizar el lenguaje los que luego van a ejercer en los medios de comunicación? No lo sé, no puedo explicarlo, me imagino que no debe ser políticamente rentable mejorar el plan de estudios de la carrera de Periodismo en cuanto a la insistencia y obligatoriedad de un uso del lenguaje inmaculado y cristalino. Porque ése sector que va a dirigirse a la población no debería sino dar ejemplo acertado del uso de nuestra lengua, uno de los mayores tesoros de todo el Planeta.

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