...Otra vez el mar; el mar en la distancia, frente a un sol mortecino que se acuesta perezoso. Es Invierno. No se le puede pedir más.
Aquí arriba, en la recia estepa castellana, escribo cargado de recuerdos que no voy a contar, pero lleno de sueños para compartir con quien quiera seguir mi discurso. Me gusta el crepúsculo marino, porque veo un paralelismo evidente entre lo que se va y lo que vuelve a ser, que no es sino lo mismo: vida que pasa, camina y culmina. Y después , la vida, nuevamente. Así es el sol que muere para renovarse cada día nuevo sobre el mar, que no es sino la madre que siempre aguarda al hijo pródigo, a veces, enfadada y regañona; otras, sin embargo, cariñosa, acogedora. Al final, el mar, siempre inconmovible, incluso a las acechanzas de los cuatro mezquinos poderosos de la raza humana. Sólo cuatro, pero ruidosos mezquinos, que sólo son enanos frente a la inmensidad de ésa madre protectora que nos enseña cada día a renacer.
Hace tiempo aprendí que el ser humano puede ser el mejor regalo de la vida. Me ha costado creerlo, porque viviendo, uno se topa con cada necio aspirante a malo que dan ganas de salir corriendo. Hacen ruido, sí; y mucho, pero no son tantos como aparentan.
La experiencia me ha enseñado que es un gran placer hablar con las gentes sencillas que viven honradamente de su trabajo; y cuanto más sencillas y verdaderas son, más disfruto de su conversación y más me enriquece su trato humano.
He disfrutado mucho hablando con Manuel, un pescador andaluz jubilado, "de los de antes", cuando me contó su particular historia. Manuel tenía ahora un pequeño huerto de herencia familiar y, harto curtido ya por la mar, después de más de treinta años jugándose cada madrugada la vida en una pequeña barcaza desde la que se dedicaba a la pesca artesanal de sardinas y morralla, ahora había aprendido a cultivar tomates y aguacates, en un hermoso lugar de la costa granadina. Me contaba que muchas mañanas se levantaba no muy temprano, porque estaba cansado de partir el sueño siempre, y se iba caminando al huerto, que estaba cabe la montaña, sobre un acantilado. Allí, además de cultivar sus hortalizas, contemplaba el paisaje y pensaba sobre la vida, mientras disfrutaba de pequeñas y exquisitas dosis de soledad, antes de bajar de nuevo hacia el hogar familiar.
También me ha resultado apasionante hablar con Jorge y con Santiago, con Antonio, con Pelayo, todos mineros asturianos jubilados desde los cuarenta y dos años. Y no es ningún "chollo", porque los hombres tienen los pulmones jorobados, uno por silicosis que ya es grave y, los demás por simple polvo que no sé si es mejor. Antonio, aprovechó la situación personal y con ayuda de su suegro puso un bar en una carretera de bastante tránsito por la cuencas mineras de Sama y Langreo, camino de Oviedo y Gijón. Ahora disfruta como patriarca, dando interesante conversación a los comensales que allí paran en el estupendo restaurante que ha montado su hijo, que es un gran cocinero, en el antiguo bar de su padre. Son una entrañable familia.
He disfrutado hablando con algunos hortelanos de La Rioja y de Galicia y he aprendido mucho de la humanidad de las gentes llanas. Yo que he tenido el ímpetu de ser siempre autónomo de pensamiento y praxis, tengo aún tanto por aprender de tantas gentes ...
Son tantas las personas interesantes y, están tan esparcidas por el Mundo, que sería necesaria una eternidad para conocer a cada una de ellas, porque suelen estar escondidas entre la mala hierba.
Hoy me voy a visitar otros paisajes. Estoy en una nueva fase de mi camino, acaso el más bonito y no puedo irme de aquí sin señalártelo, si quieres seguir mis pasos, aunque te recomiendo que más bien, sigas los tuyos, porque cada persona es una simple partícula del paisaje vital. La vida es toda y está ahí, para quien se aventure a seguirla.
Caminos son de la Vida los que inmensa nos ofrece. Yo mismo marco mi camino, con paso amplio y presuroso, o con pisadas mezquinas, temerosas de avanzar.
Caminos que dejo atrás. En unos quedan plasmadas las huellas del día a día mejor o peor ganado. Porque los días no vienen sin más. Si realmente estás vivo y no vegetas, los conquistas cada dia, para así alentarte a abrir nuevas veredas que asomen a horizontes nuevos y hermosos.
Atrás dejo la madre mar; pero la llevo presente mientras me voy alejando en torno a los NUEVOS PAISAJES de mi periplo. Y quiero invitarte a que me sigas. Ahora, que he comprendido que el tiempo es el propio camino y modela el paisaje; y que el paisaje es dinámico e ilimitado, porque siempre, cada día, es nuevo cada vez que lo contemplo con una nueva mirada. Ahora es tiempo de adentrarme más hacia el paisaje, abriendo sendas que quizá antes de mis pasos no existieran.
Atrás dejo multitud de caminos y senderos, por los cuales quizá vuelva a pasar algún día, cuando el fruto maduro ya de mi largo paseo por ésta senda larga y corta al mismo tiempo, penda en la rama a punto de caer. Pero intuyo que aún me queda mucho por saber. Todavía mi retina no está saciada de paisaje y el fruto esperado aún es una ignota verosimilitud de exótica flor...
...He andado durante toda una jornada, planteándome cual es el camino que me lleve a disfrutar más del paisaje y he llegado a la conclusión de que todos los paisajes son hermosos; que depende de la visión del caminante, de la magia del momento y, algunas veces del paisaje mismo. Como en todo, hay paisajes que enamoran. Yo que soy asturiano por pura vocación, no puedo sin embargo dejar de amar la recia estepa castellana, que me ha marcado desde mi nacimiento. La siento integrada dentro de mí.
En cambio, mi Asturias del alma es la madre Naturaleza, que me acoge en su seno cada vez que simplemente pienso en ella e imagino tantas cosas... Igual que me pasa con la mar, de la que no hace una jornada aún que me he despedido... de momento.
Está empezando a oscurecer, porque el sol, impaciente se va a acostar. A lo lejos el paisaje es llano y severo y parece extenderse hacia el infinito. Acabo de parar a descansar junto a una casa solitaria, a modo de pequeño cortijo, por ésta llanura sevillana, camino de Castilla. Estoy harto de andar y necesito soñar, ésta vez dormido. Así que decido pasar la noche dentro. Desde un amplio ventanal, diviso el horizonte, antes de acostarme sobre mi viejo gabán descolorido.
Ahora, acurrucado, soñando con mi queridas veredas asturianas, dormiré tranquilo, como un niño feliz. Pronto volveré a visitar aquéllos lares que más quiero. Y seguiré recorriendo paisajes nuevos. Allí te esperaré como siempre para seguir hacia adelante. Pero éste nuevo rumbo, es más literario, porque contaré historias ligadas al paisaje que voy a ir recorriendo, muchas de ellas reales...
Aquí me despido de tí, lector y lectora fiel, pero sólo un poco. No te digo adiós, sino hasta pronto.
Ahora, permíteme soñar con mi lejana y la vez cercana Asturias.......
"Atravesaré montañas y valles, hacia Paisajes Nuevos"