viernes, 13 de julio de 2012

EL ADIOS DE TERESA. (SÓLO UN CUENTO).

      Fué el abandono de Teresa, lo que supuso el final de una larga y penosa adicción al sexo opuesto, a la que me ví sometido a raíz de mi divorcio.

      Con Teresa, todo era distinto, porque caló en mí incisiva, pero dulcemente. Después de un sinfín de lamentables escarceos y aventuras, la conocí allá arriba, en el cielo, que para mí es Asturias, tierra  del alma desde siempre. Recuerdo como ayer, cuando la ví por primera vez en el parque de San Francisco, que es el balneario espiritual de Oviedo. Era un grupo de estudiantes que reían sin parar. Yo me fijé en ella desde el principio y a causa de esa especie de enfermedad adictiva que padecía compulsivamente, no pude evitar acercarme a hablar con ellas. Como era forastero, tuve una fácil aceptación.

      A partir de la primera cita con ella, comencé a plantearme la posibilidad de acudir a un psicólogo que me ayudase a superar ése énfasis descontrolado hacia contínuas aventuras, que me producía tanto estress y desapego. Había un motivo: Teresa: ésa  risueña universitaria veinteañera, ¡Quién me lo hubiera dicho nunca! Teresa consiguió con cariño lo que nadie había conseguido antes: que me estabilizase sentimentalmente durmiendo mi obsesión.

      Todavía no entiendo cómo un mico de veintisiete años pudo tener tanta influencia en mí, un senior, camino lento del medio siglo, pero la tuvo.

      Que Teresa fuese alta y lozana, era lo de menos. Lo que me enganchó de ella era su eterna alegría, sus ganas de reir, de hacer, de vivir, tan contagiosas. A veces la hacía rabiar diciéndola que la gente pensaría al vernos que éramos padre e hija. Se le pasaban pronto los enfados.

       Ha pasado ya algún tiempo y éso me hace revisar mi pasado con mayor relatividad. Y ha pasado lo que tenía que pasar: Que Teresa tiene aún mucho por vivir ella misma, antes que seguir con un hombre como yo. Sólo me alegra saber que toda mi experiencia y conocimientos productos del tiempo vivido, le puedan aportar lo mejor.

      Sucedió una estúpida mañana. Paseaba por La Escandalera y ví una despampanante diosa rubia, con una veleidosa sonrisa a medias, a sabiendas de que yo la miraba. Entonces no pude contenerme y...¡Volví a caer en la asquerosa adicción, que esperaba dormida, a que llegase un buen momento para traicionarme!

       No sé cómo, pero por la tarde, Teresa no me cogía el teléfono. La había escrito un par de mensajes con el móvil, pero ¡Nada! Al final, de noche, me pasé por casa, por su casa, que tantas veces habíamos compartido. No me dejó subir, me hizo esperar, para decirme que me habían visto en una cervecería  con aquélla otra beldad. Me dijo que ya no sentía nada por mí, sólo pena.

      Aquélla tragedia me hizo volver a recapacitar, a saber que en la Vida sólo se triunfa siendo fuerte y sabiendo acrecentarse uno ante cualquier impulso banal.


     Al día siguiente no luché por lo perdido. Reconocí mi error y salí camino de Fuenteserena, donde un sinfín de asuntos me esperaban. Pero al pasar por Madrid, un halo de tristeza me invadió y llamé a Pilar, de nuevo, como antaño. Sólo necesitaba  el consuelo de mi buena amiga. Restablecido por sus palabras, no quise quedarme mucho tiempo. Al fin y al cabo necesitaba estar sólo y replantearme de nuevo muchas, muchas cosas...

      Cuando monté en el coche, ví que tenía a mano el disco de Becaud, con el famoso ET MAINTENANT y pensando en el ayer acabado, lo escuché de nuevo.


NADA ES  FINAL DE NADA EXCEPTO LA MUERTE QUE ES EL PRINCIPIO DE TODO.

LA VIDA SIEMPRE EMPIEZA CADA DIA .

"HOY ES SIEMPRE TODAVIA"
Antonio Machado. 

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