Con las primeras flores de los almendros,
han venido tímidos, entre lluvias intermitentes y dispersos claros de sol, los
primeros ruiseñores.
No se atreven a cantar, están de duelo, han
bajado del cielo a llamarte dulcemente, sin prisas.
Es un día triste de marzo, atardece
lentamente mientras duermes entre plácida y agitada, aguardando lo que ya
esperas, con la resistencia humana a caminar por lo desconocido.
A tu alrededor, tu gente más querida.
Todo recuerdo triste tiene también su luz.
Y tú ya estás en ella. Al principio del nuevo camino alguien muy querido te
esperaba lleno de gozo. Entre una luz cegadora, destaca la figura alta y
esbelta de un hombre que te tiende la mano con calma y un inmenso deseo de
llevarte con el hacia allí…. A aquél lugar mágico que nosotros pobres gentes de
éste mundo desconocemos.
Cuando
el destino te maltrató quitándote a Lorenzo en la mejor edad, privándote del
amor y dejándote casi desamparada, teñida de luto hasta el corazón, empezaste un
trabajo duro que ocupaba casi toda la jornada, con los lamentos ahogados en
sudor. Había dos razones para ello: una pequeña traviesa y un mozalbete niño
aún, te necesitaban. Ya anteriormente habías perdido a tu primera nena.
Cuando escucho a las feministas de ahora
reivindicando sus derechos, se me escapa una sonrisa. ¿Sabrán muchas lo que es
ser una mujer luchadora?
El
coraje de una madre es el poder más robusto de la Naturaleza.
Pero también la Vida te ha colmado de
regalos: ver crecer a tus hijos, a tus nietos, disfrutar de tus bisnietos.
Has podido viajar, conocer otros lugares
lejanos, has tenido una vida amable desde que descansaste de tanto trabajar,
rodeada de cariño y has vivido con una salud más que aceptable tanto tiempo, que
para nosotros sería un sueño llegar a la meta como tú lo has hecho.
Desde el humilde rincón de mis
sentimientos, Rita yo te quiero dar las gracias por haberte conocido. He
aprendido un poco más sobre palabras como coraje, dignidad y paciencia.
Te has ido, porque tu misión entre nosotros
ha terminado, pero sé que desde alguna estrella no dejarás de mirar de vez en
cuando hacia los tuyos, para comprobar que aquí todo permanece.
¡Qué poquita gente de la de antes queda ya!
Espero que algo de su humanidad nos hayan transmitido, porque si no el Mundo no
sé dónde irá a parar…
He bebido en las lágrimas de mi mujer el
desconsuelo de tu pérdida, pero sabemos que te has ido a otro lugar grande, donde ahora
descansas en la inmensidad del Universo con tu amor de antaño, cumplida ya tu
misión de madre luchadora en éste Mundo de ahora nuestro.