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jueves, 23 de julio de 2020

UN VIAJE POR EL ROMÁNICO RURAL: LA VIRGEN ROMÁNICA DE LA AMISTAD. JORNADA TERCERA.

Querida persona que esto lees, te sugiero que ambientes esta entrada con la música de éste enlace:

     (Merced a CBO ANDALUCÍA)  https://youtu.be/dIrSVkrYZjg     


    Camino de la ermita de San Celedonio y San Emeterio.

      Pero... ¿Y esa claridad? ¿Ya va a amanecer? He pasado una noche de zorros, aunque de madrugada me plegué en el sobre y ya no había ni dios que me despertara. Se me ha pasado como un meteoro la noche. Pero aunque con algo de sueño aún, estoy repuesto.

      Recojo el campamento, me tomo los últimos frutos secos que llevo, con una botella de agua y algo de gel me aseo como puedo, que no es tan mal como pueda parecer  en estas condiciones y abandono el hotel de mil pinos e infinitas estrellas.   
     Un camino roto por torrenteras secas y sazonado de pedruscos me lleva cuesta abajo, de nuevo al pueblo.

                                                                                   
                                                                     Babieca al bajar a Río Quintanilla.


                 Río Quintanilla no tiene apenas nada y lo tiene todo: paisaje, agua, verdor, huertas...

        No veo gente entre sus cuatro casas. Es una pequeña aldea, de esas miles que han dejado de subsistir de su huerta y de sus vacas. Pero tiene un entorno inigualable. Animado por tanta paz en medio de la Naturaleza, me acerco a la ermita de San Emeterio y San Celedonio, que está no muy lejos del pueblo. 

      Llego al desvío desde la carretera y una pista de hormigón me anima a subir con la moto animosamente... hasta que la pista que se eleva casi hasta la verticalidad, termina abruptamente en unos rústicos y estrechos escalones. Freno, trato de mantenerme parado con las dos ruedas. Pero Babieca no tiene ABS y el suelo está húmedo de rocío. Entonces la moto, frenada, empieza a deslizarse suavemente hacia abajo, marcha atrás sin poder detener su inercia. 

       A la derecha, a metro y medio del primer escalón hay una vereda de tierra. En cuestión de segundos calo la moto para asegurarla mejor con una marcha metida giro el manillar y la vuelvo a arrancar. Jugando con mucho tiento con freno y embrague, consigo desviarla... ¡Buff!, ¡Las he pasado canutas! ¡Gracias Diputación por las aventuras que nos hacéis pasar sin avisar a los usuarios de las vías públicas! 
  
      Dejo a  Babieca fuera de peligro y subo los escalones de la ermita.


       Por fin  he subido a San Emeterio y San Celedonio. Maravillosa ermita con rústica subida al               campanario.

       Una escueta reliquia me recibe, entre altiva y humilde. Dan ganas de quedarte aquí. Una tosca escalerilla sube al campanario en dos tramos. Para completar el tramo que va por el tejado tienes que dar menos valor a tu integridad.


                                     
     Emeterio y Celedonio fueron dos hermanos, que perteneciendo al ejército romano, se convirtieron a la fe de Cristo y fueron salvajemente martirizados allá en el siglo III en época de Diocleciano. Veintitantos años después se hubieran salvado, cosas del destino.

       Bajando a donde está Babieca esperándome, pienso si no serán ellos los que han intercedido hace unos minutos por mí. Me subo en Babieca y recorro la vereda que sigue empinándose, para luego descender suavemente. Sin saber donde me lleva, cruzamos un riachuelo. Quinientos metros después veo un gato a lo lejos. Eso quiere decir civilización. Estamos a salvo. Efectivamente, pronto llegamos a la carreterita asfaltada.

                                   
                         La cara es el espejo del alma. ¿Yo asustado?
                                                   Ya pasó.

           Vamos hacia Oña, pero me da pena abandonar esta bonita zona tan llena de agua y de verde. Entonces, decido dar la vuelta y tomo al azar el primer desvío, a Padrones. 


    Hay pueblos que salen poco en las guías. Nadie los promociona y acabarán deshaciéndose.

      No voy a hablar de este precioso pueblecito, porque las palabras son pobres para ello y carecen de dimensión. Aquí todo rezuma paz, frescor, agua, belleza...y soledad. 

     ¿Por qué no se hacen políticas para repoblar estas maravillas perdidas que tenemos por España? "Señores" políticos: cuando los grandes no tienen a los chicos para subsistir, acaban muriendo como los diplodocus del Jurásico. ¿También haréis parques temáticos de éstos pueblos cuando los hayáis enterrado?

    Más sabios que vos eran los monarcas medievales con sus políticas de repoblación. Pero claro, hay que comprender que hemos retrocedido al siglo veintiuno.    


                        Me gustan los paisajes castellanos, porque evitando las estepas, a poco que recorres, el paisaje cambia por momentos.  Tengo ganas de paisaje abierto y ahora lo recibo como un regalo. Babieca se desliza con suave ronroneo. Parece disfrutar conmigo del camino.


                                     
    Como si no hubiera visto nunca uno, me paro a la orilla de éste trigal. Me recuerda al trigo que tanto he visto en los veranos de mi infancia, cuando el trigo era trigo de verdad, de doradas y rechonchas espigas. Ahora ver éste trigo puro como el oro de muchos quilates, es para mí algo insólito. ¡Quien me lo iba a decir a mi hace casi medio siglo!
                             
                       Babieca y yo contentos de ver este trigal en Castilla



                                 La villa de Oña está situada entre La Bureba y la comarca de Las Merindades. 
                             Está protegida por los Montes Obarenes, una cadena montañosa que recuerda a las murallas del patio de armas de un gigante castillo imaginario. A los pies del caserío discurre discreto el río Oca, que guarnecido por el desfiladero que le da su nombre, aguas arriba descansa en el padre Ebro.


                                          
              Tuvo Oña mucha importancia en la Edad Media. Su Monasterio de San Salvador fue fundado por don Sancho García, nieto del conde Fernán González a principios del s XI. De esta manera la comarca quedaba asegurada bajo el poder cristiano frente al musulmán. 

                         Algo me dice que por ahí no está lo que yo busco. En otra ocasión visitaré Oña con calma. Quiero dirigirme a uno de sus miradores para disfrutar de la panorámica y del paisaje. Subo por una cuesta hasta un edificio que se llama La Casa del Parque, donde un hombre me atiende muy amablemente. Me da una explicación rápida pero completa de la zona y un mapa. Gracias por todo Josu, eres un estupendo anfitrión.


                           Subiendo al mirador de Oña.

                                                                            Ya queda menos.



                                                 Las impresionantes vistas desde que empiezas la subida merecen bien la pena. Pero algo me dice que debo seguir por otro lado la pista de lo que busco. Así que queda pendiente una visita tranquila, porque Oña bien lo merece.                    Volveremos.


                                     
        Acordándome del canecillo de los peces que vimos en Monasterio de Rodilla, bajo hacia donde me espera paciente Babieca. Vamos camino del Ebro. Quiero visitar la cuna del Románico pleno en tierras burgalesas, que es San Pedro de Tejada; una fiesta escultórica al aire libre, la armonía pura hecha templo.  De paso voy a encontrar algunas pistas, voy a tener algunas intuiciones...


                          En pocos kilómetros, el padre Ebro me recibe airoso, sosegado. Ahora sé que voy por buen camino. Me siento pleno ante este  horizonte   de naturaleza e Historia, soy un privilegiado.
        
        Subimos un pequeño puerto y poco después, siempre con el río a nuestro lado, llegamos a la localidad de Puente Arenas de Valdivieso. Yo ya había recorrido el cañón que forma el Ebro desde lo alto. Hoy  lo saboreo bien cerquita, desde abajo. 

        Muy cerca del caserío, en una suave colina se yergue cadenciosa, San Pedro de Tejada.
                   
                           Sin embargo, la preciosa princesa está prisionera. Hace mucho, mucho tiempo, fue vendida a particulares. Los actuales propietarios la han vallado restringiendo el acceso al público. ¡Maldita desamortización! ¡Seguro que La Iglesia no hubiera permitido esto!

       Está declarada como Bien de Interés Cultural y por tanto recibe ayudas públicas para su  mantenimiento, por lo que me he enterado de que ese vallado no es legal. También me han informado de que el caso está denunciado a la Junta de Castilla y León y al Ministerio de Cultura, que como es natural en este país, miran para otro lado.           


                      San Pedro de Tejada encarcelada. Que venga Dios y lo vea.

                                Cuando me paro junto a la enorme puerta de la valla, sale una señora mayor con cara de muy pocos amigos y me dice que qué quiero. Naturalmente, quiero ver el templo.

      Me pregunta si estoy haciendo algún trabajo para publicarlo en internet. Y me advierte que si es así, voy a tener problemas. Yo sólo quiero visitarla y hacer fotografías exteriores. Me dice que son dos euros pasar, no me da ningún papel y cuando salgo, vuelve a amenazarme con lo mismo, para que no se me olvide. 

       Yo, que odio hacer las cosas mal, me he informado oficialmente y ¡Sí!, tengo derecho a fotografiar por fuera y a hacer lo que me dé la gana con las fotos. Y que tenga cuidado la señora, no vaya a pedirle Hacienda explicaciones de donde mete el dinero que cobra de esa manera.      

     Creía que no podría terminar mi crónica, porque no iba a poder  seguir ya las pistas que me esperaban entre las figurillas del templo. Ahora que he superado ese absurdo obstáculo, voy a pasar, voy a empaparme con todo lo que me cuenten sus canecillos. 

                                       



 
      
     Perspectivas de una de las iglesias del Románico Pleno mas puro que existen en el Mundo.
                                                  San Pedro de Tejada, en Puente Arenas de Valdivieso.


                                                     No vamos a contar ahora toda la historia y características de éste maravilloso templo del siglo XII, para eso están las guías de arte, que seguro que saben más. Sólo recordaremos que ya fue iglesia tres siglos antes y que dependía del monasterio de San Salvador de Oña. Aquí la frontera de repoblación la refrendaba el Ebro.

         En la puerta principal, encima del arco de entrada, aparecen los doce apóstoles, presididos por los protagonistas del tetramorfos, encima del resto. Y los canecillos del templo tanto frontales como del ábside son un catálogo de ángeles, frailes, músicos, animales, todo lo normal en la simbología medieval:

                                           
                 Lo mundano en el hombre.


                 Ut benedicat tibi ( Te bendigo)






                     El caminante, el lobo prefiere otra                     presa


                   El corzo, el carnero y el cordero




                        El santo de los animales.


                                 Amén      


                                  Gritón.
                         
                  Los Apóstoles:








                Si este blog fuera un compendio de Historia, haríamos una sesión fotográfica bien detallada y documentada. Pero nosotros tenemos que seguir con nuestra historia. 

       Fue en San Pedro de Tejada donde comprendí que por aquí podía estar escondida la tan anhelada imagen de la  virgen. Me dijo Mario que si la encontraba, me la quedase. Intuía que la iba a tener bien cuidada.

      Los peces me indicaban un río; pero no un río cualquiera, sino el padre Ebro. Y el lugar donde más encaja algo de piedra, es precisamente cerca de las piedras. Y las piedras estas hablan, hablan mucho. Cada una tiene un mensaje sempiterno.


                                    
          El segundo canecillo desde la izquierda, parece decir: "Yo siento cátedra". Seguro de sí mismo, con las manos cruzadas sobre el pecho, se muestra en actitud de reposo. Reposo es falta de acción, ¿Quizá porque ya ha culminado esta?


                   "Bendito aquél de paz que llegase a estos lares para proteger la imagen de Ntra Señora".  Eso es lo que yo entendí viendo esta imagen.



             "Antes de conseguir lo que tanto anhelas, sentirás el escozor de las punzantes zarzas al asomarte donde los peces nadan. Mas las zarzas no guardan. Buscarás lugares resguardados".     
   Esta aparente recreación medieval de la imagen  helenística de "El Niño del Espinario", consigue acercar lo terrenal y lo sagrado. Sagrada es una imagen de la Virgen y terrenal soy yo, o una zarza.  Sé que estoy chiflado, pero una lucecita dentro de mí se enciende. ¿Y si...?




                           He dejado la ermita, me he despedido de la "amable" señora y he bajado lleno de intriga: Quiero pasear por la orilla del río. No tengo prisa, al sol de mediodía hace calor y junto al río no se nota. No he comido nada. Pero estoy bien. Doy un atento paseo junto al río. Intento hilar datos para ver si, como decía Mario, con intuición puedo encontrar la imagen. 

       A ver, tenemos algo donde se guarda algo, cerca de un río donde los peces nadan, tengo que meterme entre la vegetación, entre las zarzas...
     
       ...Entonces, entre los árboles, las zarzas, el río, ¿Qué puede ser algo que contenga algo? Mientras camino enredado entre la maleza de la orilla del río, mirando al frente, tropiezo y me caigo. ¡Menudo susto! Un tronco podrido me ha puesto la zancadilla. Me levanto con sensación de ridículo, mirando alrededor: No hay nadie. La aldea es pequeña, la gente está comiendo.

                                 ¡Ajajá!, ¡Creo que te tengo muy cerca, virgencita!  El tronco me ha hecho reaccionar. Rápidamente me pongo a buscar huecos de troncos partidos... No encuentro nada.

              Cuando me voy a volver hacia Babieca, veo un poco apartado un sauce vivo, herido por una gran grieta que abarca longitudinalmente su tronco. Me acerco con rapidez, en una pequeña carrera y de repente, veo literalmente las estrellas: ¡Como duele la espina de una zarza cuando se te mete en el pie a través del calcetín! No sé cómo, pero ahí tenía la maldita espina quemándome de escozor. 
    
            Como pude, me fui  arrastrando hacia el tronco, aterido de escozor, antes de que apareciera algún lugareño.  Casi milagrosamente menguó el dolor, con lo que vi.

                                 

    ¡No puede ser! 
 Bajo una rama medio seca se disimulaba algo blanquecino. Yo no cabía en mí.

                                      

                       Pegué un grito emocionado:

                     ¡Virgencita mía!

                Fuera ya de mí, me arrastré hacia ella, casi llorando, la saqué de su escondrijo, la abracé y la di un beso como si fuera una madre. Abatido por la emoción me senté en la yerba colocándola a mi lado y me quité como pude la espina. 

                                      

             En esos momentos, sin pensarlo, me vino a la mente el famoso fandango que dice:
      

      "Una espina me he quitado
      la guardo en mi corazón
      no me faltará razón
      cuando a la Virgen aguardo".
      
         
                                 
                                     Voy de vuelta, camino a casa. No he comido nada todavía. Bajo por la autovía para llegar cuanto antes. Me queda bastante para llegar y estoy cansado. Así que paro en la vía de servicio de Milagros, tenía que ser esa. Me pido un café bien caliente y un pincho de tortilla recalentado en el microondas, para evitar en lo posible el virus que circula.

      Cuando termino, salgo recuperado de energía. He sacado el móvil del bolsillo después de repostar y he mandado un wasap a Mario:

      "La he conseguido".   
                          
                                                   

2 comentarios:

  1. Sensacional historia de una búsqueda, en el sentido más amplio de la palabra
    Ramón Silles

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  2. Muchas gracias por tu bonito comentario. Sí, yo creo que la mejor búsqueda es la que va tras nosotros mismos. Y para eso no necesitamos muy lejanos horizontes.

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