Páginas

martes, 21 de julio de 2020

UN VIAJE POR EL ROMÁNICO RURAL: LA VIRGEN ROMÁNICA DE LA AMISTAD. JORNADA SEGUNDA.

  Apreciada persona que esto lees, te sugiero que pinches éste enlace para ambientar musicalmente tu lectura:  https://youtu.be/Bng6P118R48    (Gracias a  On Period Instruments)  
                                               
                                                                               
                                        
      ...Con la primera luz del día descubro que el autor de esos raros ladridos es un corzo, que al verme levantado sale huyendo en desesperada carrera, entre tremendos saltos.

      Son frecuentes los corzos en las estepas segovianas, sorianas y burgalesas. También en la imaginería de los canecillos románicos.

     Cuando empiezan a calentar los primeros rayos del sol, ya tengo recogido mi escueto cargamento sobre los lomos de Babieca. Recibo con gusto ese débil calorcito, porque la noche ha sido demasiado fresca. Las noches de verano en la vieja Castilla no son las calurosas de la Castilla manchega, eso se nota bien.

                       Estamos entrando Babieca y yo en la comarca antaño pastoril de La Bureba. El suelo se alfombra cada vez de más verde, mientras se extiende ante nosotros  un panorama digno de galopar en buen caballo. Vamos hacia Monasterio de Rodilla bajo un cielo añil.


                Babieca descansa ante Ntra. Sª del Valle y le rinde homenaje. 
   
           Acabamos de llegar a la ermita de Ntra Sª del Valle, en la población de Monasterio de Rodilla. Del tal monasterio queda la ermita, en realidad una basílica, la más valiosa de todas las del Románico español. 

            La madre de las basílicas reposa apacible en un entorno lleno de paz, junto a un arroyo y  una gran fuente natural, que protegida por todo tipo de arbolado, la yerba fresca segada en derredor, el frescor del lugar y el suave canto de distintos  pajarillos, nos hace sentir que estamos en un dulce sueño...

                                       

                                 Basílica desde atrás.           


                        La paz que se respira aquí es indescriptible.                 


  ... sueño en el que aparece no sé si una vaquera, o una guardiana que  quizá me exija un pago por pasar, como le sucedió a Juan Ruiz con la Chata en el puerto. 
        Afortunadamente, no es así. Es una mujer normal. Se acerca con una agradable sonrisa, como si fuera la anfitriona del lugar y me estuviera esperando. 
  
    -Puedes dejar la moto allí, a la sombra- me dice señalándome un hueco entre dos arbolitos. Precisamente donde la iba a dejar.

    -Llevarás calor. Allí hay una fuente con un agua riquísima- me dice nada más bajarme de Babieca.

    -¿Conocías el sitio?

    La Chata que antaño asaltó al arcipreste Juan Ruiz, hoy es una lozana y juvenil mamá, con pinta de forastera de ciudad y  con dos peques que no paran quietos. En un principio pienso si será la guía del lugar, pero veo que no. Simplemente por pasar la mañana, se ha acercado dando un paseo con los niños al frescor del lugar, apenas a trescientos pasos del pueblo.

     Con gran amabilidad se dirige a éste recién llegado forastero, quizá víctima del tedio de estar unos días en un pueblo casi despoblado, sin apenas gente con quien hablar. La he entendido enseguida. Pero yo deseo disfrutar de la soledad del lugar.

           Marta se muestra muy dicharachera. Nació aquí, ahora vive en Madrid. Está pasando unos días con los abuelos, aprovechando que Jorge trabaja. Me cuenta que  de pequeña se bañaba con su pandilla en la poza que hace el río más abajo. Tiene bonitos recuerdos de entonces. Sus palabras me transportan a aquéllos felices veranos de mi infancia en La Torre, cuando nos bañábamos en el río. 

                                   
  Marta es profesora  de Historia en un instituto. Me gusta escucharla mientras damos un  paseo con los niños y apenas hablo de mí.


         Entrada con arcos ajedrezados e incipientemente apuntados, sobre maravillosos capiteles  esculpidos y protegiendo la puerta un guardián a cada lado.     

       Sorprende lo que sabe sobre el lugar. Me confirma que la iglesia es del siglo XII, del Románico pleno, pese a que los arcos de la puerta hagan un incipiente intento por quedar algo apuntados como los arcos góticos. Claro, la evolución del Arte no es como la Matemática, afortunadamente. Me explica Marta que en el barrio de arriba, el pueblo está presidido por la "nueva"  iglesia gótica de Sta Mª Magdalena, con elementos aún románicos. Y más arriba está en el otro extremo, encima del monte, el castillo, custodiándolo todo. 


         Panorámica de la población desde la ermita, con el castillo presidiendo y la iglesia.
   
   Fue Monasterio un asentamiento celtíbero dominado por los autrigones y después por los vérdulos, tribus celtíberas de hace más de cuatro días. Después fue romano. Su castillo, del que quedan cuatro piedras, controlaba el paso del puerto de La Brújula, entre Sotopalacios y Poza de la Sal, el pueblo donde nació nuestro querido Félix Rodríguez de la Fuente. Estaba estratégicamente situado, entre los de Pancorbo y Urbel, no muy lejanos, vigilando el paso entre Briviesca y Burgos.

                       Estos ventanales forman  cada uno una cruz en lontananza.
        
      - Hay algo curioso que te voy a mostrar.-Me dice Marta. Vamos a la espalda de la ermita, nos colocamos a cierta distancia y me pregunta si veo algo que me llame la atención. Miro fijamente la fachada y la vista me juega un extraño efecto: lo que de cerca son estrechos ventanales coronados con pequeños arcos, en la distancia  parecen cruces. El contraste entre la luz plena del sol  y el oscuro de los huecos, forma en cada pequeña ventana una cruz. Se cree que era éste un aviso para  advertir desde cierta distancia que te acercabas a un lugar sagrado de culto cristiano. Precioso efecto.

                                
       Detalle de los canecillos del ábside: arriba se ve un corzo, abajo un músico tocando una vihuela.

          Otra particularidad de este templo es que el campanario está colocado donde debería haber un cimborrio. Me explica Marta que es algo muy típico en la comarca burgalesa.

     También me habla  del simbolismo del arco de medio punto. El principal hito  románico es la representación cósmica del Cielo  y la Tierra mediante el arco y  el rectángulo. El arco representa el Cielo, por encima del rectángulo, que simboliza la Tierra, el Hombre, lo mundano. 
    
           El arco equivale a media circunferencia y para trazarla hay que tomar como eje el centro de esta, que representa la perfección y la Creación, es decir, a Dios. Este punto coincide exactamente en el punto de intersección del arco y la parte superior del rectángulo de la puerta. 

                                


      Ahora entiendo por qué la entrada está custodiada por esos dos monstruos.


                             Por éste paseo recibí las lecciones de Marta.

        Según me iba explicando, parecía cambiarle la expresión tornándose más seria, se nota que estoy ante una experta que vive lo que cuenta. Soy afortunado porque tengo una amable guía para mí sólo, sin turistas, simplemente esta chica sabe y le gusta  hablar de su pueblo. Y no es para menos, el lugar lo merece.

      Me habla de las representaciones escultóricas:

     -Si en los vanos de las puertas aparecen figuras sagradas como el tetramorfos, que es el Cristo en majestad rodeado de los cuatro apóstoles representados por animales (San Mateo como el hombre, San Marcos como un león, San Lucas como un buey y San Juan como un águila) en los canecillos superiores del ábside y la fachada, se mezclan  representaciones mundanas como oficios, animales, representaciones eróticas e incluso humorísticas. 
El Románico es así, la oposición entre lo divino y lo mundano.

          Agradecido me despido de Marta, que tiene que subir a casa a comer, que ya la estarán esperando. Yo doy un último paseo. Cuando me quedo solo me fijo en un canecillo en especial.

                                       Los peces.

    En la primera era cristiana, el pez era un símbolo que representaba a Cristo.

     Pero ahora a mí me crean una intuición: Los peces se mueven en el agua, que corre. Yo también estoy recorriendo un camino con Babieca y de paso quisiera encontrar algo... los peces... un rio, tiene que ser cerca de un rio donde está lo que busco, pero he de recorrer camino aún, como los peces recorren sus aguas.

                                   
     Vistas opuestas del campanario y del ábside respectivamente de la iglesia gótica de Sta. Mª
            Magdalena.

                Ya he visto y paseado por Monasterio de Rodilla. Tengo ganas de seguir la ruta, así que bajo de nuevo a la ermita, arranco a Babieca y salimos a rodar. Quiero recorrer un poco más La Bureba, sólo acabo de entrar en la comarca y "La Chata de Rodilla" no ha parado de alimentarme a base de explicaciones artísticas. Sí, son de lo más interesante, pero ahora necesito despejar mi cabeza. Así que, sin más pretensiones que disfrutar el paisaje, rodamos sin parar, despacio, por carreteras perdidas hasta donde nos lleven la intuición y las ganas...


                         San Martín de Piérnagas, rodeada de robustos contrafuertes.

             San Martín de Piérnagas es un templo sencillo, de apariencia casi militar, por la robustez que presenta, merced a sus esforzados contrafuertes. Hay algo en esta ermita que te hace parar. Seas o no religioso, los lugares donde se asientan estos templos son acogedores para el cuerpo y el espíritu. Te sientes tan bien a la sombra de la ermita, junto a los árboles...

      Con esto del Románico rural, pasa como con la música de J.S. Bach: aunque no seas religioso, te lleva a un estado especial de dulce misticismo.  

     Pero filosofías aparte, hay que seguir, la tarde avanza y quiero aprovecharla. Siguiendo mi ruta improvisada, me encuentro a un lado de la carretera, pasados Los Barrios de Bureba, una preciosa y recoleta ermita.

           Ermita de San Facun en Los Barrios de Bureba.                                 
    Me llama la atención éste mini templo en el que está todo comprimido para dar protagonismo al ábside. O eran pocos paisanos en la época, o mucho cura se juntaba para las misas y el público las seguía desde el exterior. 
                                                 
              Babieca y yo contentos ante éste hallazgo inesperado.

           Cuando nos acercamos al templo, vemos un cartel donde se cuenta su historia. Yo en lo que sí reparo sin explicaciones previas es en la gran devoción que debían tener estas llanas gentes a su santo, porque las escaleras de arenisca para subir hacia el templo están totalmente desgastadas.

                                         
                          Escaleras desgastadas. Yo no he sido.


                                                                               
                                      Cuando sea mayor, tendré una cámara buena, en vez de un móvil normalito.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            ¡Buff, como pasa el tiempo! La tarde parece volar sobre el cielo de La Bureba. Y yo voy detrás con Babieca. Tengo que ir buscando ya un lugar apartado de las personas para pasar la noche y  no es fácil de encontrar, porque me tengo que meter por caminos impracticables para asegurarme de que voy a estar sólo... con los animales, de los cuales me fío más. 

    Eso quiere decir catar distintos caminos y lugares hasta que uno me convenza. Pero antes quiero acercarme a ver la iglesia de Hermosilla. Sé que tiene unas figuras interesantes en sus canecillos.


                       Vista parcial desde Sta Cecilia de Hermosilla, un lugar lleno de magia.           
        Santa Cecilia de Hermosilla está en una colina sobre el pueblo. Por lo abandonado de su entorno, parece sobrevivir al margen de éste. De hecho, los dos o tres paisanos que me ven aparcar la moto abajo me miran con curiosidad. Una anécdota curiosa es que cuando me bajo de la moto un hombre me vocea enérgico:
    
      -¡Que está cerrado!

     Y es que por lo visto he parado junto a un toldo que habían puesto en el Centro Social, a modo de terraza de verano. Se pensará el hombre que quiero tomarme algo. Le doy las gracias, pero ni se vuelve a mirar. Miradas recelosas son las que te observan con desconfianza... ¿Quién diantre va a venir a estas horas al pueblo a ver una vieja iglesia? Lo dicho en el capítulo anterior. ¡Que pena me da de quien no valora lo que tiene! ¡Así nos va!

                                    

 


         El vino, que no falte.


     Detalle de algunos canecillos de Sta Cecilia de Hermosilla... ¡Y tan hermosilla...!


            Solo uno de estos figurines parece querer decirme algo: "iras a tierra de lobos, pero sólo comen corderos, así que si vas en paz por tu camino, no me temas". ¿Cómo sé que me insinuaba eso el canecillo? Lo intuí:


                              Fácil de intuir..... ¿O no?

           Cuando bajo de nuevo y salgo con Babieca, un hermoso río parece decirme: "...Quédate". Me  gustaría acampar junto al río, por la frondosa orilla, pero algo en mi interior me dice que debo continuar. No tengo muy claro que aquél fuese el río de los peces que vi en Monasterio de Rodilla. Así que seguimos. Quiero conocer la Bureba por su parte interior y nos dirigimos hacia Río Quintanilla. Eso sí suena bien.

      Por unas antiguas y estrechísimas carreteras, me voy internando en la parte más verde de La Bureba: árboles, árboles, más árboles, sombra, ríos... Y el cielo se nubla y se va apagando sobre mi casco, porque  va anocheciendo poco a poco.


                    Rodando por La Bureba.                     

            Soy terco y al final llegamos a Río Quintanilla, una pequeña aldea perdida. Estoy cansado y va a oscurecer pronto. No tengo tiempo de ver el pueblo, he de buscar donde dormir y se hace tarde, demasiado. Por la orilla de las casas que dan al monte, encuentro un camino medio desgastado que sube y sube... Cuando llevo un buen trecho, el camino se desvía... a una cantera. Debe estar abandonada, porque en su interior se ha formado una pequeña laguna lateral. Las paredes son altas, así que me van a proteger la retaguardia. Contento, me meto con Babieca hasta el final. Es inmensa. Está rodeada de montañas y pinares por todas partes. Es un entorno bonito y original y, sobre todo tranquilo.

               Este es nuestro hotel para la segunda noche. Babieca ya ha elegido sitio al fondo.

               Estas son las vistas desde mi nuevo dormitorio.

          ¡Por fin descansamos! Ha sido un largo día. Un día cargado de lugares, pistas, pensamientos mágicos. Los peces de un canecillo me han guiado por intuición  a la aldea de Río Quintanilla y la cantera parece decirme a gritos: "Estás llegando, caliente, caliente, te quemas".

        Sólo espero dormir bien. He extendido ya la esterilla y el saco y he sacado mis cosas básicas para tenerlas próximas.

                                Me tomo la última manzana que me queda y un puñado de frutos secos regados con un buen trago de agua. Anochece ya del todo. Mientras dentro ya del saco me pongo a pensar e imaginar, veo que la montaña de enfrente sigue reluciendo como una imagen fluorescente. Es curioso y, además seguirá así toda la noche.

                             El sueño me vence... ¡Oigo un ruido! ¡Abro los ojos!... ¡Uff!, son mis propios ronquidos. Enseguida caigo frito de nuevo. ¡Qué dulces sueños, recordando, imaginando...! Unas suaves gotitas caen a mi alrededor... tan flojito... ¡Dios, qué sueño!.. Siguen las gotitas, pero no me mojo. Entonces algo que no cuadra a mi cerebro le despierta de golpe: ¡Fuera de aquí! me sale un terrible vozarrón sin darme cuenta. Entonces oigo al lado mío correr, pero una carrerita frágil. Ahora comprendo,  es un animal. Enciendo la linterna y enfrente de mí veo un zorro que me mira alucinado. Se va sin prisa, volviéndose  de vez en cuando. Yo le persigo, pues tengo entendido que los zorros son muy ladrones, como los cuervos, cogen todo lo que les llama la atención. 

                            Me inspira ternura el zorro. Al fin y al cabo soy yo el intruso, que me he aposentado aquí, cortándole su paso natural. Tranquilo ya, me duermo. Al rato pasará otro algo mas pequeño, imagino que doña zorra. Cuando parece que ya todo reposa en paz, empiezo a oír aquéllos ladridos entrecortados de la noche anterior. Y es que Iberia es el país de los corzos.

                                                              
             Aquí me siento seguro para dormir, resguardado de las personas y haciendo vida social con los seres del bosque. 
            Mañana  visitaré la aldea, seguiré  buscando mi tesoro y me encontraré más ermitas y más sorpresas, camino de la vetusta Oña y del frondoso Ebro. ¡Qué placer es dejarse siempre sorprender por las cosas hermosas de la Vida!...                           

9 comentarios:

  1. Una segunda parte muy interesante, con unas iglesias muy bonitas e interesantes,esperare el desenlace

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Santi. Ya sabes que tenemos pendiente hacer el viaje juntos.

      Eliminar
  2. Inmersión total en naturaleza y cultura, nunca más cerca una de otra.
    Ramón Silles

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te agradezco mucho tu bonito comentario. Eso intento, disfrutar de ambas a la vez, al fin y al cabo son lo mismo.

      Eliminar
  3. Una historia que desde el principio te hace sentir y vivir el viaje del protagonista en primera persona. Es un relato cargado de sentido y de sentimiento que te va transportando a los paisajes que detalla y te hace recorrer distintas épocas a través del arte y la arquitectura. Lo hace de una forma muy dulce, ya que el protagonista tiene la capacidad de disfrutar de todo el viaje con emoción centrándose en cada detalle del camino, resaltando la belleza de lo que ve y siente, mientras va recordando algunos momentos de su niñez. Me encanta esta historia y estoy deseando leer el desenlace :).

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sabes lo mucho que me alegra conseguir hacer todo lo que dices. Muchas gracias. Me gusta escribir lo que siento al viajar, aunque es complicado a veces.

      Eliminar
    2. Con este comentario tuyo has resumido todo en cuatro líneas. Veo que no necesito abuela. Gracias. Un beso.

      Eliminar
  4. Qué maravilla de blog!! qué delicadeza y qué esmero en la descripción... Se nota que lo ha hecho una persona con una sensibilidad sublime,se nota que lo ha hecho un artista, se nota que lo has hecho tú. GRACIAS!!

    ResponderEliminar