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martes, 4 de febrero de 2020

UNA VIDA, UN MICROCUENTO.


       Era un niño que creció en un mundo hostil y tuvo que aprender a sobrevivir cuando estaba empezando a dejar de ser niño. Su infancia no fue como un cuento de hadas, así que decidió hacerse mayor con urgencia. Un día se fue, agarrándose a las zarzas del camino para darse fuerza. De momento éstas si pinchaban no escocían mucho, al contrario, como era a finales de verano, le ofrecían jugosos frutos negros, tan negros como su camino.
 
     Años después, liberado del peso de sus dos anteriores vidas, la de la infancia y la de su huida adolescente, consiguió establecerse por si mismo. Carecía de una estabilidad como rutina, pero a pesar de algunas carencias navegaba libre, sin más patrón que él mismo, por el océano de su existencia.
   
       De pronto, un día vio brillar en alta mar algo muy grande, repleto de lucecitas. Lleno de curiosidad, se acercó en su pequeño barco de vela y quedó ensimismado al ver los rayos de estabilidad que destellaba aquél trasatlántico luciforme. Así que hipnotizado por su magnetismo,  arrimó su pequeña embarcación y penetró en él.

         Pasaron los años, llenos de satisfacción a medias, ya que tanta luz velaba hasta los más escondidos rincones de la imaginación.     Comprendió que durante muchos años se había ido amilanando su ser, anteriormente valiente y creativo, cediendo ahora a la estabilidad de un sueldo excretado por un patrón poderoso.

         Llegó un momento en que ya muy viejo, el trasatlántico comenzaba a agrietarse y tenía el peligro de hacer aguas.
"-¿Qué hacer?, intento seguir arreglando cada grieta que vea en el coloso? Todavía conservo mi pequeño bote en la bodega"-pensó.

       Así siguió navegando, creyendo aún en la existencia y en él mismo. Tantos años de molicie intelectual y de desactividad interna no le habían cambiado. Seguía ahí vivo, expectante, creyendo en su fuerza y en su valor.


        Han pasado muchos años. Nuestro protagonista descansa sentado junto al agua, pescando sin prisa, caña en mano. De pronto se acuerda de los momentos de angustia de su pasado y sonríe plácidamente:
    "-Aguanté en el coloso hasta que se empezó a hundir. Después salté a mi bote y me fui. No lamenté hacerlo. Al final me di cuenta de que yo no podía salvarlo. Comprendí que ya no necesitaba tanto. Al contrario, pude sobrevivir y recuperé totalmente mi alegría y mis actividades personales. ¡Al final la Vida me ha tratado bien!

         Hacía un sol intenso. Nuestro héroe se quedó dormido con una hermosa sonrisa. Allí ya no despertó......

                      …….nadie sabe si su espíritu ha ido lejos.




LUCIFORME y DESACTIVIDAD- Dos neologismos que utilizo libremente por elección propia, a pesar de no estar reconocidos por la RAE.

1 comentario:

  1. Interesante cuento, y hermosa lectura. te hace reflexionar, que el ser humano esta de paso en la vida.

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