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martes, 21 de julio de 2020

UN VIAJE POR EL ROMÁNICO RURAL: LA VIRGEN ROMÁNICA DE LA AMISTAD. JORNADA PRIMERA.

   Apreciada persona que lees esto: Te recomiendo que antes de empezar la lectura, pinches éste enlace musical para ambientarte mientras lees:  

(merced a quietmusictime).https://youtu.be/8JKgwwLYyHc 


                                                          

-¿Dónde conseguiste esa imagen?- me preguntaba Juan mientras se ponía la cazadora, al despedirse.

 ¿Qué importa donde la conseguí?, me digo a mí mismo. Se trata de la figura de una pequeña virgen románica. Está muy deteriorada porque ha permanecido muchos años escondida en plena naturaleza. Sí, ya sé que  debería estar custodiada en un templo cristiano, o en algún museo, pero no pienso desprenderme de ella. 

  La tengo aquí, conmigo, cada día la miro, la hablo, la echo una sonrisa prometiéndola ser buena persona, mejor cada vez y, la verdad es que me gusta tenerla a mi lado. Y eso que yo no soy especialmente religioso. Pero no sé, me da algo, me produce paz y me siento acompañado por ella. 

  Yo mismo la he puesto el nombre de la Virgen Románica de la Amistad.

  La historia de mi virgencita románica en casa es a la vez simple y compleja. Voy a tratar de contártela mientras damos un buen paseo imaginario, claro está.

  En mi ya casi milenaria infancia, mis padres me metieron en uno de los colegios más pijos de Madrid, el Colegio Alamán. Allí me codeé con muchos hijos de papá. Grandes empresarios, famosos deportistas, afamados profesionales, llevaban allí a sus hijos. A pesar de que era un colegio fabuloso, yo ya notaba algo enrarecido el ambiente; un ambiente sazonado por muchos niños de los que antes llamábamos “nuevos ricos”, ¡Uff! ¡Que la sociedad actual me perdone, por Dios, no quiero ofender a nadie! Hay ahora tantos...

  Esos niños eran presuntuosos y no paraban de molestar; sí, en aquella época ya empezaba la mala educación con los niñatos esos.

  Pero también, unos pocos nos uníamos por cuestión de preferencias. Por ejemplo, los que odiábamos el fútbol y nos pasábamos las clases de deporte, escapándonos para hacer de exploradores, cazar mariposas e insectos raros o simplemente hablar de cosas nuestras que nos interesasen.

  Yo tenía un grupo de amigos que éramos distintos a los demás y ése era nuestro talón de Aquiles, porque cuando te sales del rebaño, la gente, temerosa, va a por ti generalmente.

  Uno de mis mejores amigos de entonces era Mario. Su padre era un afamado corredor de rallies y tenían un enorme chalet en la sierra de Madrid, con un gran salón decorado con decenas de trofeos. También tenía un coche de carreras y varios deportivos históricos cuidados con esmero. Mario tenía entonces una preciosa moto de campo, una Cota 25, una moto para niños no tan niños, pequeña, pero con un empuje bestial. Era la envidia de todos los niños que fuimos a su cumpleaños aquél día de los años setenta.

  Sin embargo, Mario no era un chico engreído, pese a ser hijo de un padre famoso. Era más bien tímido.

 ¡Qué recuerdos de la infancia! Después cada uno tira para un lado en la Vida y el olvido lo va puliendo todo….

                                                           



       Han pasado más de cuatro décadas, pero un día 
por curiosidad me dio por saber qué fue de aquel colegio al que fui de pequeño. Entonces, por pasar la hora esa tonta del sueño en verano, después de la comida, café en mano, me puse a investigar en internet y... ¡Voilà!, di con el Colegio Alamán. Ya no existía. Lo habían cerrado porque había quedado expropiado para ampliar el aeropuerto, que estaba contiguo. 

     Pero en la misma página de internet había un montón de declaraciones de antiguos alumnos y viejos recuerdos. Y entre ellas vi una de mi amigo Mario. ¡Hombre, Mario! Como en tu declaración de intenet te acordabas de mí, entre tus amigos de entonces, decidí ponerme en contacto contigo.


    Aquél niño  de enclenque apariencia, como yo también lo era, es ahora un aguerrido atleta de triatlón, corredor y nadador experto en travesías a nado. Y algo en lo que nos parecemos más, tiene y le gusta andar en moto. La Vida no nos cambia, nos encauza, a través de nosotros mismos.

   Hace tiempo, bastante, mi reencontrado amigo y yo hicimos un viaje en moto, para renovar nuestra infantil amistad, hablar de recuerdos, de nuestras trayectorias y ¿Por qué no decirlo? para disfrutar de las motos. 

  En principio pensamos hacer algo “exótico”, es decir lo que hace todo el mundo en moto: Los puertos de los Alpes, o si no, Marruecos. Pero la “originalidad” de esas sempiternas rutas moteras no nos atraía.

   Entonces yo le propuse un viaje por Castilla, aquí al lado, para visitar pueblos medio deshabitados, ermitas y castillos medievales y paisajes arcaicos entre valles, pequeños ríos y montañas perdidas. A él, que vive en una gran ciudad de Levante, le pareció una buena idea y, sin pensarlo mucho, una semana después salíamos de ruta.

  Un día de Julio, nos estaba amaneciendo al

rodear Madrid desde la M-50. Íbamos camino al norte, a Castilla la Vieja. Entrando por el puerto de Navacerrada, comenzamos un itinerario desde los pueblos con ermitas medievales de Segovia y luego, desde Sotosalbos, le levantaríamos la falda a Castilla para cruzar el norte de Burgos hacia la Bureba. Así, llegaríamos poco a poco, sin prisas, disfrutando lugares, ermitas y castillos hasta el valle del Sedano, tras haber dejado atrás la comarca de las Calderechas y al final, la vetusta Oña.


   Después bajaríamos a Burgos para coger la

 autovía hacia Madrid y… cada mochuelo a su

 olivo.

                                                         
   

   Hace tiempo que no sé nada de Mario. Nuestro viaje-encuentro fue bastante bien. Pero la vida de cada uno, como siempre, tira del carro del deber, aunque de vez en cuando nos hemos escrito algún mensaje.  Aquél viaje en el que dos amigos se vuelven a encontrar y se narran los hechos de sus vidas, compartiendo risas, almuerzos y vivencias, ha quedado en el recuerdo.

  Después de la última parada en La Cabrera, antes de separarnos a la vuelta, me volvió a decir algo sobre la Virgen románica que encontró su abuelo junto al río. Sabía que fue por la zona del norte de Burgos, cerca de un cenobio:

 -La dejé aproximadamente en su sitio, creo que estará mejor que en mi apartamento de Alicante. De todas maneras, por los símbolos de los antiguos templos que hemos visitado, podré hacerme una idea por si algún día me arrepiento y quiero volver a tenerla.

- Podías habérmelo dicho. Me chiflan las pequeñas esculturas románicas, con esa mirada perdida en el infinito, tan filosóficas y a la vez tan misteriosas.

-¡Bah!, Si es muy fácil. Si quieres cogerla, podrás ir si descifras algunas pistas. Las propias esculturas de sus canecillos y capiteles y otras curiosidades del camino, te irán guiando si tienes un poco de intuición.

- ¡Vale, acepto el reto! No sé cuándo, pero volveré.

Entonces apuramos nuestros cafés y nos

 despedimos. ¡Hasta la próxima! ¡Que te vaya

bien!
                                                 
                                                  


  Ahora es cuando empiezo mi viaje, esa ruta que me esperaba paciente, para salir con mi moto y disfrutar del paisaje y la Historia. Con los tiempos que corren, quizá tenga que  renunciar algo al paisanaje, ya veremos.

  Voy a comenzar un bonito viaje por una de las zonas con más misterio y belleza del centro de Iberia. Y además puede que consiga un precioso premio que colocaré con cariño y adoración en casa. ¡Vamos!

  Un día de Julio, antes de amanecer, cargué a Babieca con todos los bártulos necesarios para sobrevivir algunos días sin necesidad de acudir a hoteles, campings ni albergues y con los víveres suficientes para evitar los restaurantes. Comida frugal, pero alimenticia, para exponerme lo mínimo al nuevo mal que nos acecha en forma de enfermedad. 

   Babieca es mi fiel caballo de hierro de casi treinta años, que me lleva airosa durante mis correrías por la piel de toro, con su robusto motor japonés fino y fiable a la vez. 

  Con lo justo necesario, sin olvidar mi saco y mi espartana esterilla aislante, para dormir sin tienda a cielo raso y las tres maletas y una bolsa sobre el depósito, salí hacia Navacerrada, para llegar sin prisa, entre sus gigantescos pinares a Sotosalbos, punto de partida de la ruta que hicimos antaño Mario y yo.
                                                          
      Llegada a San Miguel en Sotosalbos.
                                               

   Después de atravesar la sierra de Navacerrada y su mole de pinares, la Iglesia de San Miguel de Sotosalbos me acoge tranquila en el valle, cabe la sierra de Guadarrama. Hermosamente porticada y con arcos ciegos en su escueta torre, parecía esperarme para transmitirme  éste mensaje: "No hay ciego mayor que el que no se atreve a mirar. Desde mi escasa altura no veo, tendrás que subir más". Perfecto; creo que pillé la primera pista, camino de la Virgen que busco entre paisajes y ermitas.         
                

                     Arco románico de la portada con canecillos figurados arriba.
           
                      Capitel figurado con canecillos figurados arriba.
   
  Tengo ganas de subir al Puerto de Malangosto. Después de haber disfrutado la paz y la belleza del primer templo románico de mi aventura, iré en busca del puerto donde Juan Ruiz el Arcipreste de Hita tuvo su encuentro con la Chata, una rústica vaquera que le dio a la fuerza calor y carne, a cambio de otras carnes. Y es que aquellas rústicas de las sierras tenían fama de tener más testosterona y fuerza que cualquier hombre.

                                               
       San Miguel de Sotosalbos.

     Ya me he repuesto de la primera parte del viaje, desde tierras manchegas, sin parar más que a repostar. Desde la iglesia veo frente a mí una gran mole montañosa. "Debe estar por allí el famoso puerto de Malangosto" imagino y montando en Babieca salgo del pueblo y me meto por un camino durante más de un kilómetro, hasta que me encuentro a un hombre con pinta de jubilado, paseando y le pregunto.

- Has de volver, sales a la carretera y el segundo camino a la izquierda le coges. Está muy malo, porque es un paso para ganaderos que tienen las vacas en el monte, que lo cruza todo.

  El hombre, como orgulloso de ver a un motorista con pinta de aventurero por esos lares, me sonríe y me comenta que son unos diez kilómetros de subida, dos leguas arciprestales, pienso yo.

-Ves despacio, que hay muchas revueltas y está muy alto.

  Le saludo alejándome y sí, tras un pedregoso camino con una panorámica  que se torna grandiosa según ascendemos, llegamos al Puerto de Malangosto, uno de los más desconocidos y a la vez literarios parajes de la Castilla medieval, gracias a Juan Ruiz, antiguo lugar de paso de arrieros y ganaderos entre Guadarrama y Segovia.


            Subiendo el puerto de Malangosto.


            Casi arriba ya.                               

                                       
                        
                                                                                                Un  chalado en Malangosto.



                                                                         
                                                                                           No es dislexia, es la cámara invertida.
         
       De sus correrías por estos lugares, nos cuenta el Arcipreste la que tuvo con la Chata, viniendo él de la parte de Hita y pasando por este puerto camino de Segovia:

        "Passando una mañana
            el puerto de Malangosto,
            salteóme una serrana
            a la asomada del rostro:
           <Fademaja>, diz, <¿Dónde andas?
           ¿qué buscas o qué demandas
            por aqueste puerto angosto?>
            Díxele yo a la pregunta:
            <Vome fazia Sotosalvos>.
            Diz: <El pecado barruntas
            en fablar verbos tan bravos,
            que por esta encontrada
            que yo tengo guardada
            non passan los omnes sanos>.
            Paróseme en el sendero
            la gaha roin e heda:
            <A la he>, diz, <escudero,
            aquí estaré yo queda
            fasta que algo me prometas:
            por mucho que te arremetas,
            non pasarás la vereda>.

            Díxele yo: < Por Dios, vaquera,
            non me estorves mi jornada,
            tírate de la carrera,
            que non trax´ para ti nada>.
            Ella diz:<Dende te torna,
            por Somosierra trastorna,
            que non avrás aquí passada>.
            ¡La Chata endiablada,
            que Sant Illán la confonda!:
            arrojóme la cayada
            e rodeóme la fonda,
            enaventóme el dardo; diz:
            <Por el Padre verdadero,
            tú me pagarás oy la ronda>.

            Fazía nieve e granzava;
            díxome la Chata luego,
            fascas que me amenazava:
            <Paga, si non verás juego>.
            Dixel´ yo: <Par Dios, fermosa,
            dezirvos he una cosa:
            más querría estar al fuego>.
            Diz: <Yo te levaré a cassa
            e mostrarte he el camino,
            fazerte he fuego e brasa,
            darte he del pan e del vino;
            ¡alaé!, promete algo
            e tenerte he por fidalgo:
            buena mañana te vino>.

            Yo, con miedo e arrecido,
            prometil´ una garnacha
            e mandél´ para el vestido
            una broncha e una prancha;
            ella diz: <Dam´ más, amigo;
            anda acá, trete conmigo,
            non ayas miedo al escacha>.
            Tomóm´ rezio por la mano,
            en su pescuezo me puso
            como a çurrón liviano
            e levóm´ la cuesta ayusso:
            <Hadeduro, non te espantes,
            que bien te daré qué yantes
            como es de la sierra uso>.
            
            Púsome mucho aína
            a la venta con su enhoto,
            dióme foguera de enzina,
            mucho gaçapo de soto,
            buenas perdizes asadas,
            fogaças mal amassadas
            de buena carne de choto,
            de buen vino un cuartero,
            manteca de vacas mucha,
            mucho queso assadero,
            leche, natas e una trucha;
            dize luego: <Hadeduro,
            comamos d´este pan duro,
            después faremos la lucha>.

            Desque fui poco estando
            fuime desatiriziendo;
            como me iva calentando,
            ansí me iva sonriendo;
            oteóme la pastora,
            diz: < Ya, compañón, agora
            creo que vo entendiendo>.
            La vaquera traviessa
            diz: <Luchemos un rato;
            liévate dende apriesa,
            desbuélvete de aqués hato>.
            Por la muñeca me prixo:
            ove de fazer cuanto quiso,
            creo que fiz buen barato".             (*)Versión de D. Pedro Jauralde.

         Hace calor, a pesar de estar en la cima del puerto, porque es mediodía y es Julio. Me siento a gusto con la fragancia de los abetos y los robles y saboreo el silencio absoluto de la soledad del monte. Voy a comer algo y descansaré bajo aquél pino. He visto vacas al subir, en medio del camino. Es lo único que queda de la Chata después de siete siglos. Al menos, nuestro Arcipreste Juan Ruiz es inmortal...

                                       


                                                                                                       Protegidos del calor junto al castillo de Turégano.
                                     
   Turégano es la típica villa feudal con el castillo casi encima del pueblo, vigilándolo, avasallándolo. Me he acercado aquí, no por el castillo en sí, sino para ver la famosa pila bautismal románica y parte de la primera estructura también románica de su iglesia.

    Hace calor, son las cuatro de la tarde y estoy en lo alto de la colina, recostado cabe uno de los torreones de la antigua muralla defensiva. A la sombra se está bien, a diferencia de las tierras manchegas, donde ni sol ni sombra dan tregua al bochorno estival.

    Al rato llega una pareja de navarros y, como si yo fuera el guardián del castillo, me preguntan por donde se entra. Al poco empezamos una animada charla. Me explican que hay una guía que enseña el castillo ahora en un rato. Me desespero, porque lo único que quiero es ver la iglesia, pero son muy amables y me distraigo con ellos a la espera.

                                                                   

                                           

                                                             
                                    Detalle de los arcos de medio punto de una de las dos naves laterales de San Miguel, en el castillo. Detrás se ven los sencillos nervios góticos que sujetan la pequeña cúpula. Y al fondo, un arco levemente apuntado, que nos revela un temprano Gótico.


                   Este castillo de finales del s xv, parece ser que fue construido sobre otro musulmán, asentado a su vez sobre una antigua fortaleza celtíbera. Ha pertenecido siempre al obispado. Está en un estado de conservación  medianamente aceptable. Si su gran benefactor, el obispo Arias Dávila hubiera adivinado todos sus futuros avatares hasta la decadencia total tras la desamortización de Mendizábal en los años treinta del siglo XIX, seguramente, el religioso no hubiera puesto tanto empeño en su reconstrucción. 

      ¡Cuánto daño hizo la expropiación masiva de templos históricos a la Iglesia! No hay más que verlo en los cientos de iglesias y monasterios que   hay en ruinas, porque el Estado sólo se preocupó de expropiarlos, dejándolos después a su suerte o vendiéndolos a cualquier cacique por dos pesetas.    Al menos los religiosos los iban manteniendo bien, como vemos en los templos que no tuvieron tan mala fortuna. 
         Pero la vida pasa, de unas manos a otras, de unos caminos a otros, de unos a otros destinos y así lo aceptamos.
                                     
                                      

        Pila bautismal, de estilo románico, de la Iglesia de San Miguel, en el castillo de Turégano.

    Yo quería ver la pila bautismal románica. Según nos indica la amable chica que nos guía, la pila bautismal de mayor valor, aunque algo deteriorada, está abajo, en la Iglesia de Santiago.  Así que subiré a lo alto de la torre del castillo para otear la vetusta población y después bajaré a visitar Santiago de Turégano.

                                       
Vistas desde lo alto del castillo-iglesia.


                                     
   Auténtica pila bautismal románica en Turégano. A cuantas gentes de bien y de mal habrá     refrescado  el cogote hace
             muchos siglos... 


           Cuando ya abajo, en el pueblo visité Santiago, contemplé la pila y las románicas esculturas del interior del ábside, en especial la de Santiago, pensé dos cosas: 
         La primera es,  que este Santiago  lleva un cayado que parece una espada y además tiene cara de pocos amigos. No sé si es el apóstol humilde compañero de Jesús, o un Santiago ensuciado por los intereses eclesiales de la época, merced a las Cruzadas contra el infiel, el musulmán, que ocupaba pacíficamente junto con cristianos y judíos, Tierra Santa, allá en la Jordania. Es común alternar el Santiago caminante que convence con dulzura, y otro opuesto, un recio y malévolo homicida,  espada en mano, que es llamado Santiago Matamoros.
                                       

                   Santiago, Dios te bendiga si llevas el cayado para caminar,                                                                      pero si es una espada, te maldigo. Tu expresión asusta.
                                       

     
    ¡Cuanta sangre derramada, por unos intereses eclesiales, que a fin de cuentas eran intereses económicos por el poder! ¡Cuantas gentes engañadas o desesperadas por el hambre, se alistaron a la aventura de las Cruzadas, matar por comer, matar por el honor y la gloria! Espero que no la Gloria Divina. Los Cruzados fueron a un lugar de paz y culto para los tres pueblos... a imponer la guerra y el odio. Cuando los nativos se defendieron, se convirtieron en los malos de la historia. 

        Lo segundo que pensé, es que me había acordado de haber pasado por aquí en el viaje que hice con Mario. Me dijo: 
   -En el Románico, la piedra es la base, lo decía el monje cisterciense Bernardo de Claraval en su ideario reformista: "La piedra es la base porque está ahí, en su propio orden y armonía". Un sólo sillar esculpido es la base de éste estilo, es más bien una filosofía. Porque él solo puede transmitir pedagogía a quien sabe leer imágenes y, también ha de transmitir fervor religioso. Así, también la pila bautismal es algo que contiene algo y ese algo es de piedra. "Contener algo de piedra..."

    Estas últimas palabras de mi amigo, me hicieron pensar en el premio que yo buscaba: la escueta escultura de la Virgen, que Mario dejó guardada. Estaba claro que iba por el camino que hicimos y, que además la imagen estaría resguardada en alguna cavidad, quizá en un bosque, entre piedras, en alguna oquedad de piedra... ¿Por qué de piedra? Todo podía ser.

  Con éstos pensamientos, monté en Babieca y seguimos camino adelante...

                                 


                          Desde la galería porticada de Sta Mª de Las Vegas, en el Barrio de Requijada, de Santiuste                   de Pedraza. Sus  capiteles aún dejan adivinar figuras de cabezas humanas, sirenas de doble                    cola, centauros y otros símbolos bestiarios.

                                                                         
     Aún estamos por tierras segovianas, porque vamos a disfrutar de algún lugar mágico más, antes de seguir camino hacia la Bureba burgalesa, distante a unas quince leguas de aquí. No tenemos prisa. La tarde va tornándose dorada, lentamente mientras el calor desaparece.

  Acabamos de llegar a una de las etapas clave del camino: la preciosa ermita de la Virgen de las Vegas, sita en un lugar bien apartado y rodeada de verdes campos que antaño debieron ser feraces huertas. El silencio, la soledad del lugar, el solemne panorama alrededor,  conmueve con dulzura. Me encuentro bien; muy bien, en éste sitio tan apartado. Por aquí podría pasar ahora mismo cualquier personaje, cualquier escena de hace mil años y sería totalmente natural.

         Me quedaría aquí mismo una temporada a degustar el paisaje, los olores a campo puro, el silencio, la brisa de la tarde. Esto es simple y sobrecogedor a la vez.

                                         

                                                    
                                               Babieca también parece emocionada ante el maravilloso conjunto.



                                                                                                                             La ermita desde el restaurado ábside.

                                                                                         
                  
                       Este centauro parece indicarme con el arco la dirección correcta.


                                                                                         
                                             
                                                               "Así es", parece confirmarme este ser con aspecto de 
                                         sabio eterno.


                Mirando éstas dos figuras, intuyo orientarme, para encontrar la Virgen, si es que lo consigo.  Un capitel parece señalarme el camino, otro parece confirmarlo con la expresión de su cara. Yo creo en las intuiciones. La tarde avanza y quiero aprovecharla lo que pueda, antes de buscar un lugar apartado donde dormir sin que nadie me moleste... 

   Rumbo al norte, me dirijo a Perorrubio, una antigua población cuyo nombre parece hacer referencia a un tal Pedro Ruvio. Fue un importante núcleo en la repoblación cristiana de tierras muy abajo de la línea del Duero, por lo que está enmarcada dentro de la antigua Comunidad de Villa y Tierra, recordando así su origen.

    Su pequeña iglesia de San Pedro Advíncula, es un auténtico hito de estilo porticado puro en piedra. Amo las galerías porticadas. Son la representación de la vida social de la población. En ella se resolvían pleitos y negocios; se trataban asuntos importantes para los paisanos. La galería porticada era la precursora de los primeros Ayuntamientos,  los de verdad, aquéllos en los que tomaban parte todos los vecinos.

   También en la galería se charlaba en los días de mal tiempo, como siglos después en los casinos y, a veces jugaban en ellas los niños. La galería románica porticada, es algo tan castellano y castizo como nuestra tierra.


           
               Parte de la galería porticada de San Pedro Advíncula: pura y llana, ahí está su belleza.

                                                                               
             
                                                        
                            Los siete arcos frontales divididos asimétricamente, típico del Románico pleno castellano.


                                                                                              
                                                             
                                                                            Vista desde el ábside. 


           La tarde va cayendo. Me dirijo más hacia el norte. La torre del campanario parece indicarme la dirección, pues fijándome en el ábside, veo que ésta mira al Norte. Y es que los ábsides de estas iglesias están casi siempre orientadas al Este. Por el Este sale el Sol, el astro que rige nuestras vidas, como un dios. Y el altar mayor, donde se comulga con el Cristo, está bajo el ábside. No, no es casualidad. La simbología y lo mágico son el lenguaje de aquella época.

           Es tarde, tengo que buscar un lugar para dormir. Voy dejando atrás la sierra de Guadarrama, para seguir camino.


                                                                          La sierra de Guadarrama me despide.


                                                                          Con los últimos rayos de sol, llego al pequeño pueblo de Cerezo de Arriba. La iglesia está muy retocada por estilos posteriores, pero aún luce espléndido su antiguo ábside cargado de sugerentes figurillas en sus canecillos y en los pequeños capiteles de los arcos de sus ventanales.


                            Detalle de un capitel. ¿Una doble sirena?


           No sé por qué, esa imagen de doble sirena me da buenas vibraciones. Intuyo que voy bien encaminado y que encontraré enseguida donde descansar hoy.


                                Perspectiva en Cerezo de Arriba.                          
     Atravieso el pueblo y sólo veo un pequeño grupo de paisanos  reunidos en familia en una pequeña plaza con dos mesas. Parece el Centro Social. Me miran extasiados; ¿Qué pinta ese tipo por aquí a éstas horas? ¿Se habrá perdido?

  Me da pena que haya gente que no se crea el valor de lo que tiene. Señores, he venido a admirar la belleza de vuestra iglesia, vuestro pueblo y su paisaje, ¿Os parece poco?, pienso, mientras salgo merodeando por los alrededores.
  
   Un poco más arriba de una diminuta carretera, sale un camino cuesta arriba. No está muy bueno, eso es lo que quiero, encontrar un sitio no muy accesible y bien apartado, para que ninguna persona pueda molestarme cuando duermo. El camino se retuerce, se asoma a la sierra y empeora por momentos. Babieca parece  también cansada y atravesando el  extenso pedregal parece querer tumbarse. Pero yo la sujeto animosamente. Al cabo de una legua, encontramos un lugar apartado y tranquilo, junto a una especie de balsa artificial con una cercana caseta. Intuyo que es el pozo de agua que desde aquí arriba surte al pueblo.

                                
    Al fin, voy a descansar tranquilo, junto a Babieca. El día ha sido demasiado largo, ha dado tanto de sí, que tras colocar el campamento, que no es más que mi saco y esterilla y mis utensilios más próximos, entre ellos una preciosa navaja que compré en Carcassone el año pasado, me asomo a ver la sierra y me acuesto en seguida.
  
  No puedo parar de pensar en todo lo que he vivido hoy. Se oye un débil correr de agua que parece salir de la caseta. Pero nada más, un silencio sagrado queda envuelto por el manto de la noche, que se cierne suavemente.

  Cuando ya ha anochecido del todo, escucho una especie de ladridos entrecortados. No son de perro. Son muy cortos, suenan como una tos. Al cabo de un rato doy unas palmadas  y lanzo una voz. Entonces oigo una especie de protesta animal y una carrera rápida de algo que se aleja. Al cabo de un rato vuelvo a oír los ladridos más lejos...

     ...Cansado, me duermo, con la luna nueva casi encima de mí. El cielo es un delicioso pedregal de estrellas. Son de todos los tamaños e intensidades. Me recuerda este cielo al cielo de mi infancia, en La Torre de Gorgojí, cuando pasábamos allí los veranos. ¡Qué felices años!

    Quiero tener siempre la ilusión de cuando era niño, ahora tengo la experiencia y las ganas. Hace tiempo que he descubierto que jamás las perderé ya, ni mis sueños... 

    ...El sueño me vence y me dejo llevar por el sopor, imaginando cómo será todo lo que me queda para recorrer mañana: subiré solo unos kilómetros por la autovía y al poco de pasar Burgos, me desviaré hacia la preciosa comarca de La Bureba, en busca de paisajes, ermitas campestres y algo más... 

      

10 comentarios:

  1. Muy bonito, estare a la espera de la siguiente entrada.

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  2. Interesantísimo viajes por parajes, literatura e historia. Enhorabuena por la experiencia, y por saberla transmitir.
    Ramón Silles

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    1. Me alegro que te guste, ya veo que no soy el único chalado. Gracias.

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  3. Apasionante viaje descubriendo la esencia castellana..como dice la Jota de Sotosalvos "a los cien años tos calvos" pero que te quiten lo bailao

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    1. Gracias por tu comentario. Castilla es simplemente de película, igual que el resto de España. Está muy bien salir fuera.... una vez conocida bien nuestra tierra.

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  4. Gracias por compartir. Mis abuelos nacidos en Cerezo, hasta ahora no me atrajo la idea de indagar en esos orígenes que hoy has descubierto. Pronto iré a indagar con otros ojos esas tierras familiares desconocidas.
    Un saludo y paso a leer la segunda entrega que seguro es tan entretenida como ésta.

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    1. Me alegra mucho Luis que te agrade la entrada. La verdad es que Cerezo es un lugar encantador. Desde la autovía todo parece igual, pero cuando vas por esas carreteras perdidas de antes, descubres sitios mágicos como ese.

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  5. Me ha enganchado la historia Antonio,como todas las que tienes jeje, seguiré con la segunda parte!

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    1. Gracias por tu comentario Sonia. Me alegro mucho de que te guste, para mí cada viaje en solitario por España es una aventura. Siento no haber visto antes el comentario y haberte respondido, he estado un poco liado este principio de año y he dejado un poco parado el blog, pero seguiré nuevamente con él. Tengo pendiente uno sobre Bienservida y sus habitantes.

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