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lunes, 15 de julio de 2019

UN PASEO HISTÓRICO Y LITERARIO HACIA EL DUERO. JORNADA PRIMERA.



INSTRUCCIONES DE USO:

           Éstas entradas no son una guía histórica de viaje, sino literaria. En ella meditamos sobre el paso del tiempo a través de la Historia, utilizando argumentos literarios, que pueden ajustarse o no a la realidad histórica constatada. Eso no quiere decir que grosso modo los argumentos históricos de los que aquí hablamos no sean plenamente coincidentes al fin último de los hechos descritos.                  
   Resumiendo, esta entrada no está escrita por un erudito ni para eruditos de la Historia, que tampoco se sabe a ciencia cierta si aciertan en todas sus hipótesis, sino que te la dedico a ti, amig@ lector@, que sabes apreciar las bonitas historias del paso de los tiempos. Si no eres persona amante de las conjeturas literarias, te invito cortésmente a que no sigas perdiendo tu tiempo leyendo más de aquí. Y si por el contrario tu temperamento es abierto a la magia de las cosas, te animo a que te tomes algunos ratitos de relax para seguir leyendo....
Te recomiendo que antes de empezar la lectura de ésta entrada, pinches en el siguiente enlace de YouTube para que te ambiente ésta música de fondo:

Vídeo  subido a YouTube por gentileza de saxJASF13



 PRIMERA JORNADA


          Hace ya más de un año que un enorme socavón se interpuso en mi camino y me ha llevado tiempo pasarlo para seguir mi ruta, pero al final sigo caminando hacia el paisaje a través del tiempo. Leyendo a mis filósofos y poetas más queridos y meditando sobre el paso del tiempo, de las generaciones, de los acontecimientos y comparando diferentes épocas superpuestas entre sí, he llegado a la conclusión de siempre: que el Mundo siempre es el mismo y que sólo cambian algunas circunstancias.   
       
              El poder, la política, la ambición, las buenas y las malas rachas, todo es cíclico como las estaciones, con pequeñas diferencias que nosotros vemos enormes y eso nos despista haciéndonos creer que nuestro momento es único y...……. ¡No! Ya todo está inventado.

         Esto es lo que ocurre cuando analizamos la Historia de nuestros pueblos. Primero unos, que son invadidos por otros con mayor o menor suerte y duración, después éstos serán dominados por otros  y así sucesivamente. Un cambio de poderes y sus consecuencias es lo que llamamos Historia. No hay inercia, sólo movimiento continuo.

      Éstos y otros pensamientos similares fueron los que me impulsaron a  hacer un pequeño viaje que forma parte de lo que tengo proyectado desde hace mucho tiempo. 

           Mi interés principal es recorrer el corazón de Iberia, que es la España central donde se establecieron los primeros pueblos más belicosos y fueron sucediéndose diversas conquistas y culturas.

        Con ello sólo puedo constatar la nietzscheana ley del eterno retorno, a la vez que disfruto un camino entre paisajes de tiempos remotos.

          Saliendo por tierras de la Castilla conquense que fueron reconquistadas por Alfonso VI el del Cantar del Cid, tomadas nuevamente por los moros y recuperadas definitivamente  para Castilla por las huestes de Alfonso el VIII, quiero subir a la que fue línea fronteriza del Duero entre Castilla y Al Andalus y rememorar la doble vertiente mora y castellana de nuestra Historia, entre castros, atalayas, iglesias y castillos. 

           Quiero hablar con las gentes que siguen sobreviviendo en los diminutos pueblos ubicados en medio de la nada y acaso preguntarles de algún modo, por qué siguen allí. Quizá tenga que aprender mucho de esas personas, así como de sus predecesores, no lo dudo.

        Una  mañana cálida de julio, temprano aún, con Babieca cargada con lo imprescindible para el viaje y la acampada, salgo para unos pocos días camino del Duero. 

      Voy a recorrer en parte la línea histórica que marcará importantes fronteras entre el Tajo y el Duero, ruta cargada de Historia, de la Intrahistoria unamuniana que jamás te cuentan los libros de texto. Voy dispuesto a restaurar con conjeturas los huecos vacíos que los sabios no se atreven a rellenar por miedo a ser criticados por sus colegas.


            Saliendo por Cuenca hacia el norte, en las estribaciones de la sierra, llegamos a Priego. No me he leído su historia, pero sus edificios más notables me hablan de tres épocas: Una musulmana, cuya fortificación nos mira desde una ruinosa atalaya, otra bajomedieval con una iglesia del último estilo gótico y otra época "moderna" renacentista, que es el palacio que hay en la plaza:  Palacio de los Condes de Priego, reza un cartel sobre esa mansión de caciques que no me interesa demasiado. 

        Siguiendo por la sierra rumbo al norte, entre arcaicos paisajes solitarios, llegamos al precioso pueblo de Zaorejas. Estamos en la provincia de Guadalajara. Recuerdo haber pasado hace ya decenas de años por una carretera provincial y ver ese nombre en un cartel de desvío. Pero hoy la voy a visitar sin prisas. Y me voy a sorprender mucho.

      Lo primero que me encuentro es la iglesia de primitiva planta base románica con su sobria y airosa torre gris y los altivos contrafuertes de la fachada. Algo me atrae en especial. Y es que huele a Edad Media aún en el ambiente.



       A éstas horas el calor empieza ya a agobiar un poco y apetece comer. Pero la curiosidad es una mala virtud o un gran vicio y antes de buscar un sitio, no puedo evitar adentrarme en el pueblo.


   En una esquina de la plaza renacentista de ésta hermosa población hay un hombre mayor, muy mayor, que me hace un gesto con la mano.

            Vamos a llamarle Ceferino y  en ésta foto le sacamos de lejos por respetar su intimidad. Muy amable, Ceferino me hace parar con un gesto. Apago el motor de Babieca para escucharle:

         -Por esa calle de allí llegarás al mirador y al acueducto árabe- me dice nada más parar la moto.

-¿De donde vienes?

        Ceferino es un hombre hablador y de talante simpático. De aspecto algo enfermizo, me dice que tiene 93 años y que hay más gente longeva en el pueblo. Me cuenta que de pequeño iban en pandilla a jugar al paraje de la fuente, muy cerca del acueducto romano.

         Me gusta hablar con la gente mayor, son maestros de vida. Pero el hambre acucia y si me entretengo no voy a llegar a comer.  

          -¿Sabe Vd. dónde puedo comer sin gastarme muchos cuartos?

     Ceferino me indica el restaurante del hotel rural que hay a la entrada del pueblo, cruzando la carretera. Le insinúo discretamente que a lo mejor nos vemos luego, porque pienso visitar los sitios que me ha aconsejado. Y me dice que sí, que ahí estará tomando el aire de la plaza, allí a la sombra no se está nada mal.

           El Hotel Peñarrubia tiene un restaurante muy acogedor con un gran ventanal que se asoma a la sierra. El hombre que me atiende parece ser el dueño y es muy amable. Como fantásticamente cocina casera y no es caro. 

         Y como le advertí a Ceferino, sin demorarme, bajo con Babieca nuevamente hasta la plaza donde sigue sentado como una estatua. Apenas bajo de la moto y me acerco a hablar con él, cuando se acerca otro anciano de aspecto más joven.

        - Es mi hermano, es más joven que yo.- sí,  aparenta no más de ochenta años, pienso yo.
-Tiene dos años menos que yo.

        Me quedo estupefacto. Aquél hermano estaba más rollizo y su aspecto era mucho más joven y sano. ¡Y prácticamente tenían la misma edad!

-Vds son una generación dura- les digo.
-Dura no; que hemos pasado mucho. 

      Me cuentan que nacieron en Francia porque sus padres emigraron en los años veinte. Y yo creía que la pobreza grande fue a partir de la Guerra Civil. Pues no, parece  ser que en España siempre han existido gobernantes sinvergüenzas que han empobrecido el país a costa de hacer dinero unos pocos. Una vez más veo que todo es cíclico, o ha pasado ya o volverá a pasar y eso produce una sensación extraña, entre miedo y calma.

       -En la Guerra mataron a un hombre y lo enterraron debajo del arco del acueducto con una mano fuera. Me acuerdo de seguir viendo esa mano mucho tiempo después cuando íbamos allí a jugar de chiquillos- me explica Ceferino. 

         Me despido de ellos y bajo caminando hacia el acueducto. El campo tiene aquí un aroma especial, tamizado por el olor seco del verano.

        Lo primero que me encuentro saliendo del pueblo por la esquina opuesta de la plaza, es un precioso mirador hacia la sierra:
      El mirador está hecho de palos unidos de una manera muy rústica con cuerdas. Es original. Seguramente por aquí subió Almanzor con sus huestes camino de los páramos sorianos, a establecer la frontera del Duero. Y cabalgó más tarde el Campeador camino del destierro. Quizá simplemente ha sido éste paisaje pasto de la Trashumancia merina, o todo a la vez...

        Sigo el camino que va descendiendo hacia el río, un río que ya está casi olvidado de Dios.

         Cerca  hay una antigua fuente que fue arreglada en los años cincuenta para el disfrute de los paisanos que iban allí a pasar un día de campo.


   
         Siguiendo un poco más el camino, llegamos al acueducto:



       Parece ser que lo construyeron los moros para cruzar el agua por el valle para que llegase al pueblo y también a los huertos. Pero el tipo de arco desconcierta, además la piedra pequeña y compacta que forma el muro no es la típica construcción de cal y canto (argamasa y piedra) árabe. No sé que pensar, pero me dejo llevar por el encanto del paraje, la luz de la tarde y el silencio del lugar.....

        Hay que seguir camino, así que volvemos hacia el pueblo.
 A la entrada, casi pegado al mirador, hay una exposición etnológica, una especie de museo al aire libre de aparejos y utensilios de antaño y hogaño:



        Curioso y hecho con cariño, hay mucho más...

       Pero la tarde avanza y tenemos por hacer mucho camino. Nos despedimos amablemente de Ceferino, que sigue sentado en el mismo rincón, impertérrito como una piedra milenaria. 

      Me gustaría volverle a ver señor Ceferino. Quizás en otra vida, estoy seguro. ¿Se acordará Vd del viajero de la moto verde?

      Seguimos camino del antiguo Monasterio cisterciense de Buenafuente de Sistal, también conocido como de La Madre de Dios, que está tras varios kilómetros de tortuosas carreteras de firme roto por los años y por el abandono de la Administración, en un paraje encantado de cuento medieval.



        Camino al Monasterio de Buenafuente de Sistal

        El Monasterio de origen románico, se creó como centro de repoblación y ha tenido una historia muy caprichosa. Dos veces se repobló con monjas y dos veces fueron echadas y depuestas. Dicen que la fuente es sagrada. Hoy día queda una pequeña fuentecita en un pequeño jardín junto a la iglesia.


      Pequeña fuente junto a la iglesia.


     Panorámica del Monasterio de Buenafuente de Sistal.

   
Detalle de la portada románica.

Detalle de contrafuertes y arquivoltas de las ventanas.

Paseo por el Monasterio de Buenafuente de Sistal.

Calle en el Monasterio de Buenafuente de Sistal

          En éste lugar acogen a quien desea tener una temporada de paz interior, olvidándose del mundo y a quien desea meditar, seas religioso o laico. Eso sí, tienes que colaborar en todas las tareas en la comunidad religiosa, como la lavandería, la cocina, el cuidado de la huerta y los jardines...… y ¡Cómo no! también compartiendo la oración. A cambio, nada más que la voluntad te piden las religiosas. Puede ser interesante, siempre que uno no sea un caminante. Y ese es nuestro caso.

        En un extremo del exterior del Monasterio hay un sendero natural que no pertenece a éste y es el camino del Tajo, marcado como GR 113. Durante los primeros cientos de metros las monjitas han hecho un via crucis señalizado, el resto ya es sierra libre, campo abierto dominando el Tajo, el extremo sur de esa franja histórica de hazañas, sangre, conquista y repoblación.

Camino natural del Tajo, que sale junto a la cruz de piedra.

Detalle de la muralla defensiva del Monasterio, con restos de una atalaya defensiva.

   Dejamos atrás el Monasterio para seguir camino de la Historia, por una preciosa carretera en medio de la nada:


    Siguiendo adelante, divisamos un alto cerro coronado por una cresta de roca caliza y entre medias algo que parece una iglesia románica. Nos acercamos al pueblecito, subimos a lo alto de la peña y ahí está la pequeña iglesia de San Miguel:


         Estamos en Padilla del Ducado. Se ve que otro duque, es decir, otro cacique debió heredar éstos parajes. No me importa qué duque es, porque sé que es posterior a lo que voy buscando, que es la España que jugaba a ser Castilla o a ser Al Andalus, en una época muy crítica de la Edad Media. 

     Y ¿Por qué tanta iglesia románica es bautizada como San Miguel? Pues porque San Miguel representa la victoria cristiana ante el musulmán, según la incultura medieval popular cristiana. Y es gracioso, pero el cristiano medieval ignoraba que los musulmanes creían en el arcángel San Miguel, como un protector de la religión para el pueblo.

          Cosa parecida sucede con Santiago Matamoros, figura creada para animar al ejército cristiano en las batallas contra el musulmán, haciendo creer al inculto paisano de la época que un ser sobrenatural reencarnado del Apóstol Santiago, bajaba del cielo espada en mano y a caballo, degollando moros como una furia.

       ¡Pobre apóstol Santiago! En fín, patrañas para manejar a la masa inculta de la época medieval, en la que toda superstición era igual de creíble que cualquier realidad tangible.

Ábside y cementerio anexo de San Miguel en Padilla del Ducado.


Iglesia y recinto exterior.


Babieca ante las vistas desde la Iglesia de San Miguel de Padilla del Ducado.


       Seguimos camino. Al llegar junto al desvío de Luzaga, no podemos evitar adentrarnos en el pueblo. Luzaga es un lugar de repoblación una vez fue reconquistada la zona por las tropas cristianas. Se les ofreció casa y terreno de cultivo a los navarros que quisieran venir a vivir a éste lugar. Y aquí, en un pequeño rincón castellano que parece un trocito de la Navarra verde, con un frondoso río que por entonces regaría buenas huertas, se establecieron varias familias hace ya mil años.

Luzaga, un trocito de Navarra en el corazón de Castilla.

   Allí donde hay una iglesia románica, hay un núcleo de repoblación cristiana, un pedacito de terreno arrebatado hace unos mil años a los moros. La pequeña iglesia románica representa a un núcleo de población venida de lejos para afianzar los territorios quitados a los musulmanes. A éstos nuevos habitantes se les cedía casa y tierra, derechos y al principio estaban exentos de impuestos.

    Para todas éstas gentes se abría una nueva vida cargada de expectativas e ilusiones. La iglesia les daban confianza en el terruño y los castillos, torres y fortalezas les brindaban protección, pero según proliferaban éstos, los habitantes perdían libertades y derechos, ya que se debían a un señor.

       La tarde cae cuando pasamos por Alcolea del Pinar. Siempre había pasado por la fría autovía, pero cuando llegas por carreteras secundarias, Alcolea deja de ser una vía de servicio para mostrar lo que realmente es: una bonita villa renacentista.

     Paseando por las calles a la espalda de la iglesia, descubro una original exposición en las fachadas de algunos edificios. Son de un estilo ecléctico, actuales, pero algunas me recuerdan mucho a las esculturas y canecillos románicos. Me gustan mucho:









¿Un extraño pájaro? Extraño, inquietante....



Precioso mensaje con palabras y figuras.



Neomedieval total. Parece un bicho sacado de una gárgola gótica.



Original. Me siento torpe para descifrar el mensaje.



         Movido por la curiosidad, he descubierto que Máximo Rojo era un artista profano que se auto descubrió a partir de jubilarse.

        Procedente de una pequeña aldea, llegó mozo a Alcolea donde casó con Carmen Ciruelos. En su pueblo fue pastor, después se hizo agricultor en Alcolea y dicen que construyo él mismo su casa. Fue un hombre sencillo. Un hombre de esa dura generación nacida a principios del siglo pasado, que tuvieron que ir a la guerra a la fuerza y donde tocase.

Estoy realmente impresionado. Maravilloso arte.




     Un gran artista Máximo, que habla con sus figuras, sé que cuenta historias y quisiera descifrarlas. Me han dicho que en la casa hay un jardín con más de trescientas obras  de  su arte.






Tarjeta de presentación. queda pendiente una visita con calma.

          Tengo pendiente una visita con más tiempo. Pero me temo que su casa museo parece abandonada. Espero equivocarme, porque sería un error absoluto del Ayuntamiento no valorar la obra de éste gran hombre, de un artista de verdad, sin estudios, pero con una obra de artista con mayúsculas.

       La tarde va cayendo camino de Sigüenza. Quiero parar una vez más de tantas en la plaza, frente a la catedral. Me siento en una terraza, a escuchar pasar la tarde, las golondrinas chillando contentas mientras sobrevuelan de lado a lado, el rumor suave de conversaciones mezcladas de las terrazas de los bares, niños que juegan...

      Huele a verano en Sigüenza. Y la arenisca roja de sus vetustos edificios dan un ambiente de dorado estío al atardecer.


Sigüenza, la ciudad altiva, del cardenal Mendoza.



        El sol está ya bostezando y aún no sé donde voy a pasar la noche. Babieca me espera sin amilanarse ante el alto torreón románico de la catedral, el gran rosetón gótico y la insulsa entrada renacentista. Está dispuesta a campear, a llevarme a donde yo quiera. ¡Vamos!

         A la altura del km 27 de la comarcal 110 veo a lo lejos, sobre el monte, algo que parece un pueblo abandonado abrigado por la vegetación. De éste punto sale un camino medio borrado por el tiempo y en muy mal estado. A Babieca no le importa tomarlo. 


         Después de unos tres kilómetros de bajadas y subidas, estamos en lo alto del monte. Veo una especie de pradera de hierba seca salpicada de arbustos y rodeada de raquíticas encinas. Subo con Babieca y la dejo descansar junto a unos arbustos que forman una pared vegetal.

          Desde aquí el paisaje es soberbio. Las tonalidades modulantes del atardecer le dan un aspecto mágico al entorno.

       Una vez dejado medio preparado el campamento, básicamente la esterilla y el saco de dormir sin abrir aún, me acerco a ver el pueblo. En cuatro pasos estoy en él. Sí, es un pueblo abandonado. Parece un escenario de película de misterio.

Parte del pueblo con lo que queda de la iglesia al fondo.

El pueblo en perspectiva. A la derecha se ve lo que parece la base de un torreón medieval.

Sobrecogedor.

            Casi ha oscurecido ya y decido volver con Babieca y terminar de organizarme el campamento para pasar la noche.

            Mientras abandono el pueblo que he estado recorriendo entre espinos y zarzales que crecen libremente por sus calles, me he estado imaginando la vida cotidiana de sus ya casi anónimos pobladores, me parecía oír cómo se saludaban al volver del tajo en una tarde cualquiera de verano como ésta. Habitantes que ya no están ni siquiera en éste mundo, gentes que vivieron, sintieron y pasaron por las calles de éste pueblo, que ni siquiera conserva un cartel con su nombre.

       De repente un ruido seco en las peñas de las afueras me saca de golpe de la fantasía y descubro un corzo atemorizado que huye de mi presencia. Es hora de preparar mi cama.


         Desde el lugar donde dormiré, puedo divisar el paisaje gracias a la luna, que me va a acompañar hasta bien entrada la madrugada.
Estoy cansado y a la vez emocionado de estar en éste lugar, a pesar de que irradia vibraciones de tristeza y abandono.

        Estamos solos Babieca y yo en muchos kilómetros a la redonda y para llegar hasta aquí hemos recorrido un tortuoso camino que acaba trepando por el monte. Termino de preparar las cosas a la luz de la luna, para acostarme en el suelo y me quedo dormido. Sólo un grupo de jabalíes que baja desde el bosquecillo de enfrente me despierta cuando la luna ya se ha ido. Les pego cuatro voces y se van. Brisa suave intermitente, mosquitos y alguna hormiga pasan por mi lado, pero la noche duerme serena sobre el pueblo abandonado...….


6 comentarios:

  1. Estupendo lo has contado como lo has vivido. Emocionante.

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  2. Envidia de la buena. Esperando la proxima jornada!!!

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  3. Enhorabuena, caminante motociclista. Das mucha vida a lo que cuentas.
    Deseando la siguiente crónica

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  4. Gracias Ray. Eso pretendo, dar vida a mis sensaciones. Ya la he completado con la tercera parte

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