jueves, 23 de julio de 2020

UN VIAJE POR EL ROMÁNICO RURAL: LA VIRGEN ROMÁNICA DE LA AMISTAD. JORNADA TERCERA.

Querida persona que esto lees, te sugiero que ambientes esta entrada con la música de éste enlace:

     (Merced a CBO ANDALUCÍA)  https://youtu.be/dIrSVkrYZjg     


    Camino de la ermita de San Celedonio y San Emeterio.

      Pero... ¿Y esa claridad? ¿Ya va a amanecer? He pasado una noche de zorros, aunque de madrugada me plegué en el sobre y ya no había ni dios que me despertara. Se me ha pasado como un meteoro la noche. Pero aunque con algo de sueño aún, estoy repuesto.

      Recojo el campamento, me tomo los últimos frutos secos que llevo, con una botella de agua y algo de gel me aseo como puedo, que no es tan mal como pueda parecer  en estas condiciones y abandono el hotel de mil pinos e infinitas estrellas.   
     Un camino roto por torrenteras secas y sazonado de pedruscos me lleva cuesta abajo, de nuevo al pueblo.

                                                                                   
                                                                     Babieca al bajar a Río Quintanilla.


                 Río Quintanilla no tiene apenas nada y lo tiene todo: paisaje, agua, verdor, huertas...

        No veo gente entre sus cuatro casas. Es una pequeña aldea, de esas miles que han dejado de subsistir de su huerta y de sus vacas. Pero tiene un entorno inigualable. Animado por tanta paz en medio de la Naturaleza, me acerco a la ermita de San Emeterio y San Celedonio, que está no muy lejos del pueblo. 

      Llego al desvío desde la carretera y una pista de hormigón me anima a subir con la moto animosamente... hasta que la pista que se eleva casi hasta la verticalidad, termina abruptamente en unos rústicos y estrechos escalones. Freno, trato de mantenerme parado con las dos ruedas. Pero Babieca no tiene ABS y el suelo está húmedo de rocío. Entonces la moto, frenada, empieza a deslizarse suavemente hacia abajo, marcha atrás sin poder detener su inercia. 

       A la derecha, a metro y medio del primer escalón hay una vereda de tierra. En cuestión de segundos calo la moto para asegurarla mejor con una marcha metida giro el manillar y la vuelvo a arrancar. Jugando con mucho tiento con freno y embrague, consigo desviarla... ¡Buff!, ¡Las he pasado canutas! ¡Gracias Diputación por las aventuras que nos hacéis pasar sin avisar a los usuarios de las vías públicas! 
  
      Dejo a  Babieca fuera de peligro y subo los escalones de la ermita.


       Por fin  he subido a San Emeterio y San Celedonio. Maravillosa ermita con rústica subida al               campanario.

       Una escueta reliquia me recibe, entre altiva y humilde. Dan ganas de quedarte aquí. Una tosca escalerilla sube al campanario en dos tramos. Para completar el tramo que va por el tejado tienes que dar menos valor a tu integridad.


                                     
     Emeterio y Celedonio fueron dos hermanos, que perteneciendo al ejército romano, se convirtieron a la fe de Cristo y fueron salvajemente martirizados allá en el siglo III en época de Diocleciano. Veintitantos años después se hubieran salvado, cosas del destino.

       Bajando a donde está Babieca esperándome, pienso si no serán ellos los que han intercedido hace unos minutos por mí. Me subo en Babieca y recorro la vereda que sigue empinándose, para luego descender suavemente. Sin saber donde me lleva, cruzamos un riachuelo. Quinientos metros después veo un gato a lo lejos. Eso quiere decir civilización. Estamos a salvo. Efectivamente, pronto llegamos a la carreterita asfaltada.

                                   
                         La cara es el espejo del alma. ¿Yo asustado?
                                                   Ya pasó.

           Vamos hacia Oña, pero me da pena abandonar esta bonita zona tan llena de agua y de verde. Entonces, decido dar la vuelta y tomo al azar el primer desvío, a Padrones. 


    Hay pueblos que salen poco en las guías. Nadie los promociona y acabarán deshaciéndose.

      No voy a hablar de este precioso pueblecito, porque las palabras son pobres para ello y carecen de dimensión. Aquí todo rezuma paz, frescor, agua, belleza...y soledad. 

     ¿Por qué no se hacen políticas para repoblar estas maravillas perdidas que tenemos por España? "Señores" políticos: cuando los grandes no tienen a los chicos para subsistir, acaban muriendo como los diplodocus del Jurásico. ¿También haréis parques temáticos de éstos pueblos cuando los hayáis enterrado?

    Más sabios que vos eran los monarcas medievales con sus políticas de repoblación. Pero claro, hay que comprender que hemos retrocedido al siglo veintiuno.    


                        Me gustan los paisajes castellanos, porque evitando las estepas, a poco que recorres, el paisaje cambia por momentos.  Tengo ganas de paisaje abierto y ahora lo recibo como un regalo. Babieca se desliza con suave ronroneo. Parece disfrutar conmigo del camino.


                                     
    Como si no hubiera visto nunca uno, me paro a la orilla de éste trigal. Me recuerda al trigo que tanto he visto en los veranos de mi infancia, cuando el trigo era trigo de verdad, de doradas y rechonchas espigas. Ahora ver éste trigo puro como el oro de muchos quilates, es para mí algo insólito. ¡Quien me lo iba a decir a mi hace casi medio siglo!
                             
                       Babieca y yo contentos de ver este trigal en Castilla



                                 La villa de Oña está situada entre La Bureba y la comarca de Las Merindades. 
                             Está protegida por los Montes Obarenes, una cadena montañosa que recuerda a las murallas del patio de armas de un gigante castillo imaginario. A los pies del caserío discurre discreto el río Oca, que guarnecido por el desfiladero que le da su nombre, aguas arriba descansa en el padre Ebro.


                                          
              Tuvo Oña mucha importancia en la Edad Media. Su Monasterio de San Salvador fue fundado por don Sancho García, nieto del conde Fernán González a principios del s XI. De esta manera la comarca quedaba asegurada bajo el poder cristiano frente al musulmán. 

                         Algo me dice que por ahí no está lo que yo busco. En otra ocasión visitaré Oña con calma. Quiero dirigirme a uno de sus miradores para disfrutar de la panorámica y del paisaje. Subo por una cuesta hasta un edificio que se llama La Casa del Parque, donde un hombre me atiende muy amablemente. Me da una explicación rápida pero completa de la zona y un mapa. Gracias por todo Josu, eres un estupendo anfitrión.


                           Subiendo al mirador de Oña.

                                                                            Ya queda menos.



                                                 Las impresionantes vistas desde que empiezas la subida merecen bien la pena. Pero algo me dice que debo seguir por otro lado la pista de lo que busco. Así que queda pendiente una visita tranquila, porque Oña bien lo merece.                    Volveremos.


                                     
        Acordándome del canecillo de los peces que vimos en Monasterio de Rodilla, bajo hacia donde me espera paciente Babieca. Vamos camino del Ebro. Quiero visitar la cuna del Románico pleno en tierras burgalesas, que es San Pedro de Tejada; una fiesta escultórica al aire libre, la armonía pura hecha templo.  De paso voy a encontrar algunas pistas, voy a tener algunas intuiciones...


                          En pocos kilómetros, el padre Ebro me recibe airoso, sosegado. Ahora sé que voy por buen camino. Me siento pleno ante este  horizonte   de naturaleza e Historia, soy un privilegiado.
        
        Subimos un pequeño puerto y poco después, siempre con el río a nuestro lado, llegamos a la localidad de Puente Arenas de Valdivieso. Yo ya había recorrido el cañón que forma el Ebro desde lo alto. Hoy  lo saboreo bien cerquita, desde abajo. 

        Muy cerca del caserío, en una suave colina se yergue cadenciosa, San Pedro de Tejada.
                   
                           Sin embargo, la preciosa princesa está prisionera. Hace mucho, mucho tiempo, fue vendida a particulares. Los actuales propietarios la han vallado restringiendo el acceso al público. ¡Maldita desamortización! ¡Seguro que La Iglesia no hubiera permitido esto!

       Está declarada como Bien de Interés Cultural y por tanto recibe ayudas públicas para su  mantenimiento, por lo que me he enterado de que ese vallado no es legal. También me han informado de que el caso está denunciado a la Junta de Castilla y León y al Ministerio de Cultura, que como es natural en este país, miran para otro lado.           


                      San Pedro de Tejada encarcelada. Que venga Dios y lo vea.

                                Cuando me paro junto a la enorme puerta de la valla, sale una señora mayor con cara de muy pocos amigos y me dice que qué quiero. Naturalmente, quiero ver el templo.

      Me pregunta si estoy haciendo algún trabajo para publicarlo en internet. Y me advierte que si es así, voy a tener problemas. Yo sólo quiero visitarla y hacer fotografías exteriores. Me dice que son dos euros pasar, no me da ningún papel y cuando salgo, vuelve a amenazarme con lo mismo, para que no se me olvide. 

       Yo, que odio hacer las cosas mal, me he informado oficialmente y ¡Sí!, tengo derecho a fotografiar por fuera y a hacer lo que me dé la gana con las fotos. Y que tenga cuidado la señora, no vaya a pedirle Hacienda explicaciones de donde mete el dinero que cobra de esa manera.      

     Creía que no podría terminar mi crónica, porque no iba a poder  seguir ya las pistas que me esperaban entre las figurillas del templo. Ahora que he superado ese absurdo obstáculo, voy a pasar, voy a empaparme con todo lo que me cuenten sus canecillos. 

                                       



 
      
     Perspectivas de una de las iglesias del Románico Pleno mas puro que existen en el Mundo.
                                                  San Pedro de Tejada, en Puente Arenas de Valdivieso.


                                                     No vamos a contar ahora toda la historia y características de éste maravilloso templo del siglo XII, para eso están las guías de arte, que seguro que saben más. Sólo recordaremos que ya fue iglesia tres siglos antes y que dependía del monasterio de San Salvador de Oña. Aquí la frontera de repoblación la refrendaba el Ebro.

         En la puerta principal, encima del arco de entrada, aparecen los doce apóstoles, presididos por los protagonistas del tetramorfos, encima del resto. Y los canecillos del templo tanto frontales como del ábside son un catálogo de ángeles, frailes, músicos, animales, todo lo normal en la simbología medieval:

                                           
                 Lo mundano en el hombre.


                 Ut benedicat tibi ( Te bendigo)






                     El caminante, el lobo prefiere otra                     presa


                   El corzo, el carnero y el cordero




                        El santo de los animales.


                                 Amén      


                                  Gritón.
                         
                  Los Apóstoles:








                Si este blog fuera un compendio de Historia, haríamos una sesión fotográfica bien detallada y documentada. Pero nosotros tenemos que seguir con nuestra historia. 

       Fue en San Pedro de Tejada donde comprendí que por aquí podía estar escondida la tan anhelada imagen de la  virgen. Me dijo Mario que si la encontraba, me la quedase. Intuía que la iba a tener bien cuidada.

      Los peces me indicaban un río; pero no un río cualquiera, sino el padre Ebro. Y el lugar donde más encaja algo de piedra, es precisamente cerca de las piedras. Y las piedras estas hablan, hablan mucho. Cada una tiene un mensaje sempiterno.


                                    
          El segundo canecillo desde la izquierda, parece decir: "Yo siento cátedra". Seguro de sí mismo, con las manos cruzadas sobre el pecho, se muestra en actitud de reposo. Reposo es falta de acción, ¿Quizá porque ya ha culminado esta?


                   "Bendito aquél de paz que llegase a estos lares para proteger la imagen de Ntra Señora".  Eso es lo que yo entendí viendo esta imagen.



             "Antes de conseguir lo que tanto anhelas, sentirás el escozor de las punzantes zarzas al asomarte donde los peces nadan. Mas las zarzas no guardan. Buscarás lugares resguardados".     
   Esta aparente recreación medieval de la imagen  helenística de "El Niño del Espinario", consigue acercar lo terrenal y lo sagrado. Sagrada es una imagen de la Virgen y terrenal soy yo, o una zarza.  Sé que estoy chiflado, pero una lucecita dentro de mí se enciende. ¿Y si...?




                           He dejado la ermita, me he despedido de la "amable" señora y he bajado lleno de intriga: Quiero pasear por la orilla del río. No tengo prisa, al sol de mediodía hace calor y junto al río no se nota. No he comido nada. Pero estoy bien. Doy un atento paseo junto al río. Intento hilar datos para ver si, como decía Mario, con intuición puedo encontrar la imagen. 

       A ver, tenemos algo donde se guarda algo, cerca de un río donde los peces nadan, tengo que meterme entre la vegetación, entre las zarzas...
     
       ...Entonces, entre los árboles, las zarzas, el río, ¿Qué puede ser algo que contenga algo? Mientras camino enredado entre la maleza de la orilla del río, mirando al frente, tropiezo y me caigo. ¡Menudo susto! Un tronco podrido me ha puesto la zancadilla. Me levanto con sensación de ridículo, mirando alrededor: No hay nadie. La aldea es pequeña, la gente está comiendo.

                                 ¡Ajajá!, ¡Creo que te tengo muy cerca, virgencita!  El tronco me ha hecho reaccionar. Rápidamente me pongo a buscar huecos de troncos partidos... No encuentro nada.

              Cuando me voy a volver hacia Babieca, veo un poco apartado un sauce vivo, herido por una gran grieta que abarca longitudinalmente su tronco. Me acerco con rapidez, en una pequeña carrera y de repente, veo literalmente las estrellas: ¡Como duele la espina de una zarza cuando se te mete en el pie a través del calcetín! No sé cómo, pero ahí tenía la maldita espina quemándome de escozor. 
    
            Como pude, me fui  arrastrando hacia el tronco, aterido de escozor, antes de que apareciera algún lugareño.  Casi milagrosamente menguó el dolor, con lo que vi.

                                 

    ¡No puede ser! 
 Bajo una rama medio seca se disimulaba algo blanquecino. Yo no cabía en mí.

                                      

                       Pegué un grito emocionado:

                     ¡Virgencita mía!

                Fuera ya de mí, me arrastré hacia ella, casi llorando, la saqué de su escondrijo, la abracé y la di un beso como si fuera una madre. Abatido por la emoción me senté en la yerba colocándola a mi lado y me quité como pude la espina. 

                                      

             En esos momentos, sin pensarlo, me vino a la mente el famoso fandango que dice:
      

      "Una espina me he quitado
      la guardo en mi corazón
      no me faltará razón
      cuando a la Virgen aguardo".
      
         
                                 
                                     Voy de vuelta, camino a casa. No he comido nada todavía. Bajo por la autovía para llegar cuanto antes. Me queda bastante para llegar y estoy cansado. Así que paro en la vía de servicio de Milagros, tenía que ser esa. Me pido un café bien caliente y un pincho de tortilla recalentado en el microondas, para evitar en lo posible el virus que circula.

      Cuando termino, salgo recuperado de energía. He sacado el móvil del bolsillo después de repostar y he mandado un wasap a Mario:

      "La he conseguido".   
                          
                                                   

martes, 21 de julio de 2020

UN VIAJE POR EL ROMÁNICO RURAL: LA VIRGEN ROMÁNICA DE LA AMISTAD. JORNADA SEGUNDA.

  Apreciada persona que esto lees, te sugiero que pinches éste enlace para ambientar musicalmente tu lectura:  https://youtu.be/Bng6P118R48    (Gracias a  On Period Instruments)  
                                               
                                                                               
                                        
      ...Con la primera luz del día descubro que el autor de esos raros ladridos es un corzo, que al verme levantado sale huyendo en desesperada carrera, entre tremendos saltos.

      Son frecuentes los corzos en las estepas segovianas, sorianas y burgalesas. También en la imaginería de los canecillos románicos.

     Cuando empiezan a calentar los primeros rayos del sol, ya tengo recogido mi escueto cargamento sobre los lomos de Babieca. Recibo con gusto ese débil calorcito, porque la noche ha sido demasiado fresca. Las noches de verano en la vieja Castilla no son las calurosas de la Castilla manchega, eso se nota bien.

                       Estamos entrando Babieca y yo en la comarca antaño pastoril de La Bureba. El suelo se alfombra cada vez de más verde, mientras se extiende ante nosotros  un panorama digno de galopar en buen caballo. Vamos hacia Monasterio de Rodilla bajo un cielo añil.


                Babieca descansa ante Ntra. Sª del Valle y le rinde homenaje. 
   
           Acabamos de llegar a la ermita de Ntra Sª del Valle, en la población de Monasterio de Rodilla. Del tal monasterio queda la ermita, en realidad una basílica, la más valiosa de todas las del Románico español. 

            La madre de las basílicas reposa apacible en un entorno lleno de paz, junto a un arroyo y  una gran fuente natural, que protegida por todo tipo de arbolado, la yerba fresca segada en derredor, el frescor del lugar y el suave canto de distintos  pajarillos, nos hace sentir que estamos en un dulce sueño...

                                       

                                 Basílica desde atrás.           


                        La paz que se respira aquí es indescriptible.                 


  ... sueño en el que aparece no sé si una vaquera, o una guardiana que  quizá me exija un pago por pasar, como le sucedió a Juan Ruiz con la Chata en el puerto. 
        Afortunadamente, no es así. Es una mujer normal. Se acerca con una agradable sonrisa, como si fuera la anfitriona del lugar y me estuviera esperando. 
  
    -Puedes dejar la moto allí, a la sombra- me dice señalándome un hueco entre dos arbolitos. Precisamente donde la iba a dejar.

    -Llevarás calor. Allí hay una fuente con un agua riquísima- me dice nada más bajarme de Babieca.

    -¿Conocías el sitio?

    La Chata que antaño asaltó al arcipreste Juan Ruiz, hoy es una lozana y juvenil mamá, con pinta de forastera de ciudad y  con dos peques que no paran quietos. En un principio pienso si será la guía del lugar, pero veo que no. Simplemente por pasar la mañana, se ha acercado dando un paseo con los niños al frescor del lugar, apenas a trescientos pasos del pueblo.

     Con gran amabilidad se dirige a éste recién llegado forastero, quizá víctima del tedio de estar unos días en un pueblo casi despoblado, sin apenas gente con quien hablar. La he entendido enseguida. Pero yo deseo disfrutar de la soledad del lugar.

           Marta se muestra muy dicharachera. Nació aquí, ahora vive en Madrid. Está pasando unos días con los abuelos, aprovechando que Jorge trabaja. Me cuenta que  de pequeña se bañaba con su pandilla en la poza que hace el río más abajo. Tiene bonitos recuerdos de entonces. Sus palabras me transportan a aquéllos felices veranos de mi infancia en La Torre, cuando nos bañábamos en el río. 

                                   
  Marta es profesora  de Historia en un instituto. Me gusta escucharla mientras damos un  paseo con los niños y apenas hablo de mí.


         Entrada con arcos ajedrezados e incipientemente apuntados, sobre maravillosos capiteles  esculpidos y protegiendo la puerta un guardián a cada lado.     

       Sorprende lo que sabe sobre el lugar. Me confirma que la iglesia es del siglo XII, del Románico pleno, pese a que los arcos de la puerta hagan un incipiente intento por quedar algo apuntados como los arcos góticos. Claro, la evolución del Arte no es como la Matemática, afortunadamente. Me explica Marta que en el barrio de arriba, el pueblo está presidido por la "nueva"  iglesia gótica de Sta Mª Magdalena, con elementos aún románicos. Y más arriba está en el otro extremo, encima del monte, el castillo, custodiándolo todo. 


         Panorámica de la población desde la ermita, con el castillo presidiendo y la iglesia.
   
   Fue Monasterio un asentamiento celtíbero dominado por los autrigones y después por los vérdulos, tribus celtíberas de hace más de cuatro días. Después fue romano. Su castillo, del que quedan cuatro piedras, controlaba el paso del puerto de La Brújula, entre Sotopalacios y Poza de la Sal, el pueblo donde nació nuestro querido Félix Rodríguez de la Fuente. Estaba estratégicamente situado, entre los de Pancorbo y Urbel, no muy lejanos, vigilando el paso entre Briviesca y Burgos.

                       Estos ventanales forman  cada uno una cruz en lontananza.
        
      - Hay algo curioso que te voy a mostrar.-Me dice Marta. Vamos a la espalda de la ermita, nos colocamos a cierta distancia y me pregunta si veo algo que me llame la atención. Miro fijamente la fachada y la vista me juega un extraño efecto: lo que de cerca son estrechos ventanales coronados con pequeños arcos, en la distancia  parecen cruces. El contraste entre la luz plena del sol  y el oscuro de los huecos, forma en cada pequeña ventana una cruz. Se cree que era éste un aviso para  advertir desde cierta distancia que te acercabas a un lugar sagrado de culto cristiano. Precioso efecto.

                                
       Detalle de los canecillos del ábside: arriba se ve un corzo, abajo un músico tocando una vihuela.

          Otra particularidad de este templo es que el campanario está colocado donde debería haber un cimborrio. Me explica Marta que es algo muy típico en la comarca burgalesa.

     También me habla  del simbolismo del arco de medio punto. El principal hito  románico es la representación cósmica del Cielo  y la Tierra mediante el arco y  el rectángulo. El arco representa el Cielo, por encima del rectángulo, que simboliza la Tierra, el Hombre, lo mundano. 
    
           El arco equivale a media circunferencia y para trazarla hay que tomar como eje el centro de esta, que representa la perfección y la Creación, es decir, a Dios. Este punto coincide exactamente en el punto de intersección del arco y la parte superior del rectángulo de la puerta. 

                                


      Ahora entiendo por qué la entrada está custodiada por esos dos monstruos.


                             Por éste paseo recibí las lecciones de Marta.

        Según me iba explicando, parecía cambiarle la expresión tornándose más seria, se nota que estoy ante una experta que vive lo que cuenta. Soy afortunado porque tengo una amable guía para mí sólo, sin turistas, simplemente esta chica sabe y le gusta  hablar de su pueblo. Y no es para menos, el lugar lo merece.

      Me habla de las representaciones escultóricas:

     -Si en los vanos de las puertas aparecen figuras sagradas como el tetramorfos, que es el Cristo en majestad rodeado de los cuatro apóstoles representados por animales (San Mateo como el hombre, San Marcos como un león, San Lucas como un buey y San Juan como un águila) en los canecillos superiores del ábside y la fachada, se mezclan  representaciones mundanas como oficios, animales, representaciones eróticas e incluso humorísticas. 
El Románico es así, la oposición entre lo divino y lo mundano.

          Agradecido me despido de Marta, que tiene que subir a casa a comer, que ya la estarán esperando. Yo doy un último paseo. Cuando me quedo solo me fijo en un canecillo en especial.

                                       Los peces.

    En la primera era cristiana, el pez era un símbolo que representaba a Cristo.

     Pero ahora a mí me crean una intuición: Los peces se mueven en el agua, que corre. Yo también estoy recorriendo un camino con Babieca y de paso quisiera encontrar algo... los peces... un rio, tiene que ser cerca de un rio donde está lo que busco, pero he de recorrer camino aún, como los peces recorren sus aguas.

                                   
     Vistas opuestas del campanario y del ábside respectivamente de la iglesia gótica de Sta. Mª
            Magdalena.

                Ya he visto y paseado por Monasterio de Rodilla. Tengo ganas de seguir la ruta, así que bajo de nuevo a la ermita, arranco a Babieca y salimos a rodar. Quiero recorrer un poco más La Bureba, sólo acabo de entrar en la comarca y "La Chata de Rodilla" no ha parado de alimentarme a base de explicaciones artísticas. Sí, son de lo más interesante, pero ahora necesito despejar mi cabeza. Así que, sin más pretensiones que disfrutar el paisaje, rodamos sin parar, despacio, por carreteras perdidas hasta donde nos lleven la intuición y las ganas...


                         San Martín de Piérnagas, rodeada de robustos contrafuertes.

             San Martín de Piérnagas es un templo sencillo, de apariencia casi militar, por la robustez que presenta, merced a sus esforzados contrafuertes. Hay algo en esta ermita que te hace parar. Seas o no religioso, los lugares donde se asientan estos templos son acogedores para el cuerpo y el espíritu. Te sientes tan bien a la sombra de la ermita, junto a los árboles...

      Con esto del Románico rural, pasa como con la música de J.S. Bach: aunque no seas religioso, te lleva a un estado especial de dulce misticismo.  

     Pero filosofías aparte, hay que seguir, la tarde avanza y quiero aprovecharla. Siguiendo mi ruta improvisada, me encuentro a un lado de la carretera, pasados Los Barrios de Bureba, una preciosa y recoleta ermita.

           Ermita de San Facun en Los Barrios de Bureba.                                 
    Me llama la atención éste mini templo en el que está todo comprimido para dar protagonismo al ábside. O eran pocos paisanos en la época, o mucho cura se juntaba para las misas y el público las seguía desde el exterior. 
                                                 
              Babieca y yo contentos ante éste hallazgo inesperado.

           Cuando nos acercamos al templo, vemos un cartel donde se cuenta su historia. Yo en lo que sí reparo sin explicaciones previas es en la gran devoción que debían tener estas llanas gentes a su santo, porque las escaleras de arenisca para subir hacia el templo están totalmente desgastadas.

                                         
                          Escaleras desgastadas. Yo no he sido.


                                                                               
                                      Cuando sea mayor, tendré una cámara buena, en vez de un móvil normalito.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            ¡Buff, como pasa el tiempo! La tarde parece volar sobre el cielo de La Bureba. Y yo voy detrás con Babieca. Tengo que ir buscando ya un lugar apartado de las personas para pasar la noche y  no es fácil de encontrar, porque me tengo que meter por caminos impracticables para asegurarme de que voy a estar sólo... con los animales, de los cuales me fío más. 

    Eso quiere decir catar distintos caminos y lugares hasta que uno me convenza. Pero antes quiero acercarme a ver la iglesia de Hermosilla. Sé que tiene unas figuras interesantes en sus canecillos.


                       Vista parcial desde Sta Cecilia de Hermosilla, un lugar lleno de magia.           
        Santa Cecilia de Hermosilla está en una colina sobre el pueblo. Por lo abandonado de su entorno, parece sobrevivir al margen de éste. De hecho, los dos o tres paisanos que me ven aparcar la moto abajo me miran con curiosidad. Una anécdota curiosa es que cuando me bajo de la moto un hombre me vocea enérgico:
    
      -¡Que está cerrado!

     Y es que por lo visto he parado junto a un toldo que habían puesto en el Centro Social, a modo de terraza de verano. Se pensará el hombre que quiero tomarme algo. Le doy las gracias, pero ni se vuelve a mirar. Miradas recelosas son las que te observan con desconfianza... ¿Quién diantre va a venir a estas horas al pueblo a ver una vieja iglesia? Lo dicho en el capítulo anterior. ¡Que pena me da de quien no valora lo que tiene! ¡Así nos va!

                                    

 


         El vino, que no falte.


     Detalle de algunos canecillos de Sta Cecilia de Hermosilla... ¡Y tan hermosilla...!


            Solo uno de estos figurines parece querer decirme algo: "iras a tierra de lobos, pero sólo comen corderos, así que si vas en paz por tu camino, no me temas". ¿Cómo sé que me insinuaba eso el canecillo? Lo intuí:


                              Fácil de intuir..... ¿O no?

           Cuando bajo de nuevo y salgo con Babieca, un hermoso río parece decirme: "...Quédate". Me  gustaría acampar junto al río, por la frondosa orilla, pero algo en mi interior me dice que debo continuar. No tengo muy claro que aquél fuese el río de los peces que vi en Monasterio de Rodilla. Así que seguimos. Quiero conocer la Bureba por su parte interior y nos dirigimos hacia Río Quintanilla. Eso sí suena bien.

      Por unas antiguas y estrechísimas carreteras, me voy internando en la parte más verde de La Bureba: árboles, árboles, más árboles, sombra, ríos... Y el cielo se nubla y se va apagando sobre mi casco, porque  va anocheciendo poco a poco.


                    Rodando por La Bureba.                     

            Soy terco y al final llegamos a Río Quintanilla, una pequeña aldea perdida. Estoy cansado y va a oscurecer pronto. No tengo tiempo de ver el pueblo, he de buscar donde dormir y se hace tarde, demasiado. Por la orilla de las casas que dan al monte, encuentro un camino medio desgastado que sube y sube... Cuando llevo un buen trecho, el camino se desvía... a una cantera. Debe estar abandonada, porque en su interior se ha formado una pequeña laguna lateral. Las paredes son altas, así que me van a proteger la retaguardia. Contento, me meto con Babieca hasta el final. Es inmensa. Está rodeada de montañas y pinares por todas partes. Es un entorno bonito y original y, sobre todo tranquilo.

               Este es nuestro hotel para la segunda noche. Babieca ya ha elegido sitio al fondo.

               Estas son las vistas desde mi nuevo dormitorio.

          ¡Por fin descansamos! Ha sido un largo día. Un día cargado de lugares, pistas, pensamientos mágicos. Los peces de un canecillo me han guiado por intuición  a la aldea de Río Quintanilla y la cantera parece decirme a gritos: "Estás llegando, caliente, caliente, te quemas".

        Sólo espero dormir bien. He extendido ya la esterilla y el saco y he sacado mis cosas básicas para tenerlas próximas.

                                Me tomo la última manzana que me queda y un puñado de frutos secos regados con un buen trago de agua. Anochece ya del todo. Mientras dentro ya del saco me pongo a pensar e imaginar, veo que la montaña de enfrente sigue reluciendo como una imagen fluorescente. Es curioso y, además seguirá así toda la noche.

                             El sueño me vence... ¡Oigo un ruido! ¡Abro los ojos!... ¡Uff!, son mis propios ronquidos. Enseguida caigo frito de nuevo. ¡Qué dulces sueños, recordando, imaginando...! Unas suaves gotitas caen a mi alrededor... tan flojito... ¡Dios, qué sueño!.. Siguen las gotitas, pero no me mojo. Entonces algo que no cuadra a mi cerebro le despierta de golpe: ¡Fuera de aquí! me sale un terrible vozarrón sin darme cuenta. Entonces oigo al lado mío correr, pero una carrerita frágil. Ahora comprendo,  es un animal. Enciendo la linterna y enfrente de mí veo un zorro que me mira alucinado. Se va sin prisa, volviéndose  de vez en cuando. Yo le persigo, pues tengo entendido que los zorros son muy ladrones, como los cuervos, cogen todo lo que les llama la atención. 

                            Me inspira ternura el zorro. Al fin y al cabo soy yo el intruso, que me he aposentado aquí, cortándole su paso natural. Tranquilo ya, me duermo. Al rato pasará otro algo mas pequeño, imagino que doña zorra. Cuando parece que ya todo reposa en paz, empiezo a oír aquéllos ladridos entrecortados de la noche anterior. Y es que Iberia es el país de los corzos.

                                                              
             Aquí me siento seguro para dormir, resguardado de las personas y haciendo vida social con los seres del bosque. 
            Mañana  visitaré la aldea, seguiré  buscando mi tesoro y me encontraré más ermitas y más sorpresas, camino de la vetusta Oña y del frondoso Ebro. ¡Qué placer es dejarse siempre sorprender por las cosas hermosas de la Vida!...