Páginas

viernes, 4 de abril de 2025

 POR QUÉ NO VOLVERÉ A COMER     CORDERO

(Carta abierta a un corderito)


                                     
   
Fotografía de Carolina Schormsteiner


Querido ángel

  Te escribo con la inutilidad de la tristeza, sabiendo que a estas horas estarás ya en el cielo de los corderitos. Quiero decirte mil cosas, pero sé que es inútil. Ya no sirve para nada, a no ser que mi espíritu conecte con el tuyo, allá donde estés.

  Cuando esta tarde te vi pasar, con tu mirada curiosa asomada al cielo nublado y al paisaje mustio, desde el ventanuco sucio del camión que os enviaba al lugar donde os robarían la vida, sentí una conexión inmediata contigo y una terrible impotencia por no poder liberarte de lo que os esperaba a ti y a tus compañeritos de destino.

  Por un momento pensé en dejar todo y lanzarme a perseguir al camión hacia el paradero final y ofrecer por ti lo que fuese, al comprador de vuestros cuerpos. Así te libraría de ser sacrificado. Pero la cobardía me pudo. Yo iba camino del trabajo en el mismo momento en que tú ibas camino del sacrificio. Sí, podía haber seguido al camión que te conduciría a la muerte. Pero hubiera tenido un problema grave al ser echado en falta en el trabajo que me da de comer. Los humanos no entendemos las cosas verdaderamente importantes de la Vida, salvo en algunas ocasiones. Y la gran mayoría ni eso. El miedo a perder mi trabajo, me hizo abandonarte a tu suerte y seguir mi camino. Yo también me enfrentaba a mi propio calvario: el sufrimiento de dejar perderte.

  Es increíble lo que el amor puede hacer: Sólo te he visto durante tres segundos pasar ante mí, mirando inocente desde un triste ventanuco de un camión de ganado y ya te amaba con todo mi cobarde corazón, que te ha dejado marchar ignorante hacia la muerte.


                               
    Fotografía de Gabrielle Agrillo


  Aunque no sirva para nada, mi alma egoísta necesita pedirte perdón por no haberte salvado. Supongo que esa cobardía mía de no desviarme del camino al trabajo, es un simple gesto de supervivencia. Eso podría servirme algo de consuelo.

  Pero una cosa puedo hacer por mi querido corderito que ahora está en el cielo: Te prometo que a partir de hoy no volveré a probar la carne de tus hermanitos, unos seres tan pequeños, tiernos e inocentes como vosotros los corderitos.

  Publicaré esta carta para que solo la gente muy sensible que la lea, se lo piense bien antes de comer carne de corderitos y así os maten un poquito menos. Porque ya sabemos los corderitos y algunas personas, que "la unión hace la fuerza".

  Te lanzo un beso al cielo, corderito mío.

                              
               
 Dibujo del autor